Hoy es una calle teñida de viernes
y de sollozos perdidos
hasta el amanecer.
Fluye un resto de charco negro
en el cobalto parpadeante.
Es un viernes permanentemente
vacío, otro resto de arcadas,
es el final de la fiesta.
Hoy es otra vez aquella ciudad
que huye, entre alaridos, de su pesadilla
y es un compás perdido,
un taconeo profundo,
la afonía de un grito.
Amanece la pálida púrpura,
bruñida de edificios,
brama la calle con la misma
hediondez .
Hay pasos otra vez llevando,
trayendo, subiendo, bajando
despojos de viernes.
2 comentarios:
Los viernes me hacen vomitar. Y no por el alcohol, que ya no tomo.
Lo difusas que pueden estar las cosas un viernes noche, todo lo emocionante que pueda ocurrir son lo más atractivo que tiene, pero cuando todo esto sale de la mente y se hace real, dejo de sentirme como el hierro hacia imán y esas ilusiones se invierten hacia la repulsión.
Por eso varias veces me lo paso mejor yendo al encuentro de esa noche que volviendo a casa tras terminar.
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