jueves, 30 de diciembre de 2010

Me han dicho que se va

Me acaban de dar una mala noticia, muy mala. Me dicen que mi amigo, Orencio Garcés, se va. Que se está yendo de ese modo irremediable, que es para ruina del tiempo de los que quedamos. Y me ha vuelto el viejo nudo y no sé siquiera si podré acabar este texto. Mi amigo Orencio, es apenas cuarenta años mayor que yo, aunque nunca sentí esa diferencia ni ninguna otra. No sentí la diferencia amarga de su colección de sufrimientos y miedos; no sentí la diferencia de su sabiduría sencilla y generosa; no sentí la de su humor socarrón, de su sentir poético, de su bonhomía sin frontera. Sin embargo, en este mismo instante en que se me quiebran los renglones y los trazos se niegan a expresar el resto de sombras, acabo de ser consciente de los años que perdí por haberlo conocido tarde, por haber titubeado antes de franquearme con él. Hoy, siento de veras, tener oídos para conocer la noticia. Hoy, yo he empezado a irme un poco. Y basta.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Consejos

Siempre acabo preguntándome por qué doy consejos. ¿Por qué si no soy capaz de seguirlos, los doy? ¿Qué me hace creerme capaz de dirigir los pasos de alguien? Yo que sé que el viento del destino no da consejos y que ni la voluntad viene con manual de uso. Será por burlar aquella vieja regla de la inutilidad de las vidas no vividas, será por congraciarme con las sombras que regresan de melancolías pasadas, será por aceptar el derroche de fe fallida que me acompaña. Es la pregunta cuya respuesta todavía me adeudo y que, con suerte, aplazaré otro año en aras de futuros olvidos, hasta que al fin aprenda a no dar consejos para que la vida ajena se abra paso sin mi estorbo.

martes, 7 de diciembre de 2010

perdido bajo la luz


Tras tanto y tanto buscar,

de una en otra presencia

cansado, perdido bajo la luz

melancólica de las farolas

que me sacaban de la ciudad

cada atardecer,

intuí tu nombre con sabor a hierba.

Y cuando al fin te encontré

y supe que me esperabas

y alcancé el dulzor de tus palabras

y tus ojos despiertos a deshora,

estabas en el otro extremo del mundo,

en la otra esfera del tiempo.

lunes, 6 de diciembre de 2010

sin apenas conocerla.


Me perdieron sus ojos de lluvia

sin apenas conocerla.

Podría decir que fue una tarde gris,

una tarde de esas que maduran

en la rama más alta de la melancolía.

Y no fue así.

La conocí mientras repasaba,

adormilado,

las caras preocupadas observándome

a la luz cenicienta que se extinguía.

Sus ojos de lluvia me perdieron

y yo que la perdía

ando buscando su luz herida.

jueves, 2 de diciembre de 2010

No he llegado nunca a tiempo...

Sabes, crepúsculo, yo, a mi edad,

no he llegado nunca a tiempo de besar

la boca largamente equivocada

y sin embargo siempre me pesaron

los golpes contenidos de ira

contenida en bofetadas perdidas,

para poder contárselos, balance

de mi vida, a quien pueda interesar,

desde el lado derecho de mi banco.

Repasando el recuerdo, diré en mi descargo

que ella me amó pese a todo,

(paso página)

y no lo sabía, mientras agotaba

su historia infantil.

(leo entre líneas)

Me enfurece entre tanto el recuento

inacabable de las cosas

que ahora tampoco podrán ser.

¡A la mierda la espera!

Sabes, crepúsculo, su piel

se enfurecía, aromática y tierna,

cuando acometíamos las caricias secretas.

Y sus labios me rompían

pronunciando mis nombre de yeso,

mientras me acuclillaba temblando

entre sus espejuelos.

¡Sabes, crepúsculo, ahora soy viejo,

pero recuerdo que su pelo…

domingo, 14 de noviembre de 2010

¿OS ACORDÁIS DEL LIBRO?

¿Os acordáis del libro? Cómo qué libro! Pues El Libro Que Volvió Loco Al Quijote. Bueno, en realidad volvió loco a Quijano y está a punto de regresar a nuestras ocupaciones. Así que arriba todos que hay tarea y, si nadie lo impide, el próximo tiene pinta de ser un buen año.

La mancha

Esta tarde, en la consulta del especialista, he sabido el resultado del análisis final. Las manchas que se extienden por todo el costado presentan unos bordes bien definidos; ya no cabe duda, la perfecta cristalización de la envidia era lo que en los tres últimos años había favorecido la falta de aristas y me había librado de sus punzadas. Llegué a olvidarme por completo de ella.

Los cristales se han roto. He vuelto a notar que los fríos desesperados de la antigua envidia me abrasan, que cientos de hirvientes llagas diminutas, de esas de espejo viejo, se me han instalado en el alma. Dentro de unos días la infección acabará el proceso y ya …

No. No consta cuál es la causa. Aunque tal vez sólo es que los médicos no lo dicen todo. O no lo saben todo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

MI VIDA ES...

Mi vida es como una devanadera de plata,
que espera alguien que sepa liberar el hilo...
(Mein Leben ruht wie eine Silberspule
in ihrer Macht. Lös meinen Faden los.)

Decía el hombre que pedía:
"no despertar a las rosas que duermen"
R. M. Rilke

Y yo dimito de la poesía porque nunca sabré decir las cosas así
ni como mi admirado Luis Miguel Rabanal.

domingo, 31 de octubre de 2010

CONTRA LA SEDUCCIÓN

CONTRA LA SEDUCCIÓN

No os dejéis seducir:

no hay retorno alguno.

El día está a las puertas.

Hay ya viento nocturno:

no vendrá otra mañana.

No os dejéis engañar

con que la vida es poco.

Bebedla a grandes tragos

porque no os bastará

cuando hayáis de perderla.

No os dejéis consolar.

Vuestro tiempo no es mucho.

El lodo, a los podridos.

La vida es lo más grande:

perderla es perder todo.


Bertoldt Brecht

jueves, 21 de octubre de 2010

MENSAJE A SIBERIA

MENSAJE A SIBERIA

Erguidos con orgullo, allá

En Siberia, el cruel destino

Deberéis soportar. Vuestra

Idea prosigue su Camino.

Caerán las cadenas, poco

A poco. Se romperán los muros.

Libres, de nuevo, os abrazaremos,

Y la espada, de nuevo, os daremos.

Alexander Pushkin

jueves, 14 de octubre de 2010

PRIMERA DEDICATORIA

De PRIMERA DEDICATORIA

Y la palabra ajena aparece,

y, como un lejano copo de nieve, se funde

en mi mano, confiada, sin reproches.

27 de Diciembre de 1940

Anna Ajmátova

(Dedicado a la autora de UN DIOS PARA CADA UNO)

martes, 12 de octubre de 2010

RÉQUIEM 1

RÉQUIEM

No, no estaba bajo un cielo extraño,

ni bajo la protección de extrañas alas,

estaba entonces con mi pueblo

allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba.

Anna Ajmátova

domingo, 4 de julio de 2010

DOÑA AURITA, MI MAESTRA.

Doña Aurita, mi maestra, que era muy recta nos hizo llorar una tarde de nuestros siete años. Doña Aurita, mi maestra, que siempre nos hablaba dulcemente, en voz baja, nos gritó desaforada aquella tarde. Entre tanto grito, comprendimos que el motivo del enfado de doña Aurita, mi maestra, era que habíamos ofendido a Dios. Aunque yo no había visto nunca a Dios, lo había ofendido y esa posibilidad de ofender a alguien con tanto poder y sabiduría, y que estaba en todos los sitios, aunque yo no lo viera, me asustaba con una congoja que yo no era capaz de confesar a nadie. Aquella ofensa que según doña Aurita, que era mi maestra, yo había inferido no sólo había sido horrible, sino irreparable, porque yo no tenía ni idea de cuál había sido ni sabía qué había que hacer para borrarla. En casa andaba mohíno, con los amigos hablaba casi en secreto, como a punto de pasar definitivamente a la clandestinidad pecadora, recelaba de que alguien me pudiera señalar como el culpable de la tristeza de Dios, de la cólera de Dios, de la venganza de Dios.

El domingo de esa semana, el cura trajo la solución durante la misa. Todo había sido culpa de algunos chicos, cuyos nombres no se supieron nunca ni tampoco que yo estaba entre ellos, que habían pasado junto a la iglesia hablando fuerte. Pero Dios que era magnánimo y bueno, perdonaba aquella ofensa.

Yo llegué a varias conclusiones. Para ver a Dios o comunicarse con él había que ser cura o maestro. No se podía hablar a gritos cerca de una iglesia. Dios, cuando se enfadaba, se enfadaba con todos y te asustaba de manera mortal. Y por último, que yo era alguien importante, tanto que le di un quebradero de cabeza a Dios y que aquello pudo significar el fin del mundo. Y eso, a partes iguales, me producía susto y vanidad.

Si doña Aurita, que era mi maestra, viviera, sufriría de nuevo con pesadumbre y tristeza infinita al ver que yo, ayudado por los jubilados, pensionistas, enfermos, menesterosos, obreros sin cualificar, he sido el causante de la crisis económica mundial. Lo dicen los bancos, los mercados financieros, los corredores de bolsa, los multimillonarios, los grandes inversores, el banco central europeo, los lobbies, las multinacionales. Y esos lo saben, porque ven a la Economía y pueden hablar con ella. A mí sólo me queda, pedir perdón, pasar a la clandestinidad o apechugar y pagar esa crisis mundial que he causado. Los políticos, que son muy buenos, nos han prometido que por un poco más de sueldo, solucionarán esto en una docena de años, o tres, y que por un coste adicional de tocientosmillonesdeuros nos permitirán ver fútbol en la otra punta del mundo que eso es lo mejor para quitar las crisis. ¡Qué buenos e inteligentes son! Seguro que además ellos también ven a Dios y comentan con él. Espero que no les cuente lo mío.

¡Ay, si doña Aurita, mi maestra de los siete años, me viera! Diría, como don Jorge Luis, que soy incorregible.

jueves, 1 de julio de 2010

CANTO AGRÍCOLA

Ya no me cabe duda. Si algo merece un canto, una loa, una oda, es la agricultura. La agricultura con sus múltiples aplicaciones inmateriales. La agricultura de desdicha, tan preciada para los que se labran su propia desgracia; la agricultura del devenir, para los que se labran un futuro; la agronomía pura para los que en lugar de granjear tiernos corderos, granjean enemigos, enemistades duraderas y desconfianzas múltiples, frutos todos de esencias superiores.
Y como la duda no me cabe y debo expulsarla de mí, me retiro a loar, odar y cantar a la agricultura que honra a Moneta (¡Qué curioso!).

lunes, 10 de mayo de 2010

FANTASÍA DEL CUERPO POSTRADO (yo no sé qué escribir)

¡Vaya "embolao", querido Luis! ¡Vaya "embolao"! ¿Que te diga algo sobre tu último libro? Pues ya está, que lo he leído. Que lo he leído, que lo he leído y ahí ha sido ello. Desde que lo abrí, no hago otra cosa. Bueno, sí. Regañarme. Leo y me regaño: "Tengo que escribir algo". Y entonces vuelvo a leerlo. Y lo leo, lo leo, lo leo, lo leo. Y ahí sigo. Releyendo como un lelo lo que me sé de memoria. Y te prometo que intento escribir algo, pero entonces leo otra vez y el bolígrafo se me cae de las manos y se me viene abajo del tendajo propio de verbos y adjetivos y a tomar pol saco la sintaxis; renuncio a escribir una línea sobre lo que tú has escrito, porque si lo hago entonces ando derecho al sacrilegio o al imbecilismo de creer que yo puedo decir sobre esas palabras algo mejor que lo que ya has dicho tú mismo con ellas.
Llevo días y días pensando en rendir el bolígrafo, sin condición. Y si no lo hago, es sólo para que no me apees el calificativo "amigo". Pero leo tus palabras con tal emoción y las repito tan ensimismado, que cuando pienso en escribir sobre ellas me cubro temiendo que alguien me pille en el delito.
Escribiré sobre tus versos, Luis Miguel. No lo dudes. Pues me lo pides, cometeré ese "atrocinio". Pero que sea otro día, cuando me sorprenda en un descuido. Lejos de esta felicidad, tercera, de andar descuidado por los vericuetos de tus renglones. Cuando renuncie a perderme por los sentires, los sonidos y los sitios, que lamento decirte, estás perdiendo. Ya son míos. Te redactaré algo para recordarte que si los quieres, para ti, que escribas otro libro.
Te abrazo, que conste, para que me sigas llamando amigo.

viernes, 23 de abril de 2010

A D. Miguel de Cervantes, en este día que dicen

Admirado Miguel de Cerbantes:
Te escribo otro año más en este día que dizen de tu fama, para significarte cuánto echo de menos esa tercera parte de tu Ingenioso, que nunca llegaste a prometer y que yo no me atreví a escribir tampoco. De este mundo sin fama ni fortuna, ni gloria tampoco, no puedo contarte cosa que merezca cuidado. Si acaso, que han vuelto a dar otro premio en tu nombre, los que no lo merecen, a alguien que seguramente lo merece. Los mercedarios se han ido y los moros han vuelto. Las bachilleras pululan en las aulas y los bachilleres lacazanean en los prados (parece ser que a unos y otros la hierba les gusta mucho) y a ambas especies la universidad que, sicut nefasta res abundat, las sigue surtiendo de fiestas, francachelas, borracheras, ínfulas y bobería. A muy buen precio, eso sí. Del ejército, pues me preguntas, te diré que está aquí y acullá, y que va, y que viene, pero no ha vuelto a procurarnos una sola ganancia ni territorio ni efeméride que valga recordar; y a lo que creo ello se debe a que estos más que Tercios, dirías tú que son cuartos. Como sabes, yo ya ando retirado de la corte y sus paseanzas pero por alguna noticia te digo que con todos sus prohombres y promujeres, sus faldumentas, parécemes y ofréceseos, sus culos prietos y sus bocas mofas, más que corte es ya cortea, y aún corteas pues que son tantos los que mandan y maltuercen que me cuesta encontrar a los súbditos puros.
En lo tocante a escribir sólo me queda alabarte que a tiempo dejaras el empeño, que ahora de tu libro y tu sudor sólo sacarías un veinte por ciento, y sobre ese el fisco que tiene boca de fraile y necesidad de obispo te sangrara unos buenos diezmos. Del ochenta restante haclales a impresores, libreros, almaceneros, representantes y demás patulea que se jactan de su impericia en ese patio de Monipodio que empezó siendo casa de edición y ya anda por galaxia guttemberg y puede que llegue a universo mundo de “desahogaos” y gestores. Que tú merced hoy no alcanzaría ni para una feria del libro o un plan de lectura.
Disculpa que no me extienda, pero es día de tu gloria y no quiero colmarlo con afanes del siglo, que de mozas ligeras, querellas de juzgado, amoríos desairados e hijos sin padre supiste tanto como hoy se sabe, pero escribiste menos de lo que hoy se escribe, que servicio de badajo y refajo, de culambres y follonías es la única afición que da largos beneficios en esta tu tierra, más que ya no es tierra para Alonsos, Aldonzas ni Sanchos, sino para que viva y medren Celestinas, Justinas, Maritornes y toda una bandada de pichones cimbéles.
En otra, admirado D. Miguel, seguiré contando de cuantas razones avalan que no volváis, que paz suficiente gozáis en esa tumba que no voy a señalar.
Vuestro, affmo.
Avellaneda

EL QUIJOTE DE GÓMEZ DOMINGO


«Es algo sencillo, hecho sólo con polvo de carbón, papel y agua, pero también es muy difícil porque con estos pocos medios hay que expresar mucho. Ha sido todo un reto». El pintor Luis Gómez Domingo presentó ayer una nueva exposición en el Museo del Bierzo, Evocaciones del Quijote , que a través de 21 cuadros muestra su particular visión de la obra de Miguel de Cervantes.

La muestra estará abierta hasta el próximo 20 de junio. «Estos cuadros corresponden a la primera salida del Quijote, aún queda mucho por representar», apuntó el autor durante la presentación y añadió que trabajar sobre este libro ha podido hacerlo ahora, desde la madurez artística, aunque la idea «es algo que llevas dentro desde hace mucho, lo guardas, pero no te atreves a demostrarlo».


Por primera vez. La concejala de Cultura de Ponferrada, Susana Téllez, aseguró que la muestra, además se suma a la feria del libro y también es un complemento a la exposición permanente del Museo del Bierzo.

El turolense Luis Gómez Domingo, afincado en la comarca desde hace años, destacó su carácter «dual» como artista y como profesor para que otros aprendan el arte, «si no enseño me quedo corto». Pese a todo, aseguró que «es muy difícil explicarlo, porque las decisiones se toman en décimas de segundo». Por este motivo, a la entrada del museo pueden contemplarse algunos de los bocetos y dos de los cuadros realizados para la exposición, con los elementos que han sido empleados para realizarlos.

«Por desgracia en este mundo hay más Sanchos que Quijotes, aunque con los jóvenes de ahora, habrá en un futuro más Quijotes», señaló el artista que expone por primera vez en el Museo del Bierzo y el catálogo de la muestra formará también parte de la colección del centro, tal y como apuntó Téllez.
«Las posibilidades del Quijote son infinitas». Gómez Domingo asegura que seguirá trabajando con esta obra y que en esos cuadros «se verá también mi evolución como artista, habrá cosas diferentes con la misma técnica».
El Quijote de Gómez Domingo ( Diario de León - 23/04/2010 )

jueves, 8 de abril de 2010

DESCUBRIÓ QUE EL AMOR

Eria Murias había nacido vizcondesa, tercera vizcondesa primogénita de Laquemada, y durante dieciocho años no conoció otra dificultad que decidir entre dos caballos ruanos para montar o elegir entre dos collares de perlas naturales muy similares. Pese a todo, Eria Murias no era un muchacha malcriada. El mismo día que cumplió diecinueve años se enamoró, aunque al principio no supo que eso era lo que le había sucedido. Y no lo supo porque era tan ingenua que pensó que eso solo sucedía en las novelas que su tía Lila le había leído hasta los quince años, porque en aquellas novelas los protagonistas siempre se enamoraban de otros protagonistas a los que veían y que gozaban y sufrían de un modo indecible. Pero ella se había enamorado de una voz que oyó sonar en un aparato de radio, una voz indefinible, ni claramente masculina ni claramente femenina, ni joven ni vieja. Pero era una voz acariciadora, una voz aterciopelada, tibia y dulce como vino de pasas. Una voz que decía:" Hace años que las suaves colinas de Irlanda aguardan el regreso de las hadas y de los señores enanos, portadores de la luz cortante. Tú puedes ser su huésped y aspirar el aroma de los prados, mientras las briznas de hierba en tu pelo..." Y Eria cayó mortalmente enamorada de aquella voz melodiosa. Cayó enamorada un minuto y cuarto antes de que se agotaran las pilas, un minuto y cuarto antes de que enfurecida arrojara el transistor contra la pared. Fue imposible comprar otro receptor hasta dos días más tarde, cuando Eria llegó a la isla para ingresar en el internado donde pasaría los seis próximos meses rodeada de confort. Pero en la isla no se captaba la señal de aquella emisora ¿cómo se llamaba? Allí se oía cantar en árabe, hablar en seis idiomas y un sinfín de pitidos y gruñidos estelares, pero no el sonido de aquella voz. Y entonces Eria Murias, que había nacido tercera vizcondesa primogénita de Laquemada y que durante dieciocho años no conoció otra dificultad que decidir entre dos caballos ruanos para montar o elegir entre dos collares de perlas naturales muy similares, descubrió que el amor nace dulce y enseguida se vuelve amargo, imprevisible, inasible y fugaz. Y pensó que ya nunca volvería a ser totalmente feliz.

lunes, 5 de abril de 2010

La actuación, I

Hizo frío durante todo el día. Las bocanadas de aire que bajaban desde el Paso de la Yegua eran en las calles una sola ráfaga afilada, que impedía a los habitantes del pueblo las respiraciones largas. Hacia las cuatro de la tarde, cuando el sol se posó sobre la cima izquierda -la de los dos mil ciento setenta metros-, las plazas, las esquinas, los callejones se llenaron de remolinos helados, restos del último invierno más largo desde hace sesenta y tantos años. El pueblo entero se llenó de bufidos despiadados impropios de un abril mediado. Las chimeneas humeaban a las cinco de la tarde con penachos vacilantes que ascendían tímidos y enseguida se abatían en jirones lamiendo las tejas pesadamente. No había una sola puerta abierta. A las siete de la tarde, inesperadamente, densas nubes cenicientas se cernieron sobre los tejados y las techumbres de sobera. Todo el valle quedó sumido en la oscuridad. Cesó el viento y, tras las puertas, el silencio ocupó los espacios vacíos que dejaba la negritud.

viernes, 2 de abril de 2010

POSTDATA

P.D. Tú eres la única persona que sabe que estas palabras han sido escritas para ti. La única. Y yo sé que unas palabras no me van a asegurar la felicidad de tu amor desenfrenado, de tu pasión que nunca se remansará hasta la ternura en una marea de cariños sinceros, en un vaivén de caricias. Lo sé. Y sin embargo las escribo, porque eso no puedes evitarlo, para que ellas alcancen todo lo que yo no puedo, lo que ya no podré. En ellas alguien será capaz de leer un profundo amor y deseará haber podido poseerlo. Entonces ellas seguirán vivas cuando nosotros y todo lo que hicimos sea menos importante que el paso del viento entre los cabellos. Entonces ellas despertarán en otros ojos el deseo de parar el tiempo en tus labios, revivirán los arranques que yo no pude ver en los tuyos. Entonces estas palabras, ya perdidas e inútiles para mí, serán más perdurables que mis propias promesas y, además, no estarán sujetas a las diferencias de edad ni a los cánones de la belleza en este tiempo ni al laberinto de desafectos en que me muevo. Mi tiempo está cumplido. Tú lo sabes porque así lo decidiste al pronunciar aquel "no" que me dejó un cansancio inacabable. Pero, sin rencor, te envío estas palabras que te servirán de bálsamo cuando tras muchos fracasos comprendas de verdad la dimensión de lo que yo te ofrecí. Te las ofrezco con ese nombre, que sólo tú y yo conocemos, para que seas inmortal a los ojos de gentes que te pronunciarán sin conocerte, leyendo este fragmento de paraíso que siempre andarás rechazando.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Uno no pregunta nunca

Uno no pregunta nunca sobre los ancestros porque uno cree que del pasado familiar lo conoce todo, en general, y que no necesita saber nada más de esa realidad rancia e inoperante. Así que uno va por la vida como un ser único, ignorantemente único, poseído por una virtud insólita que le hace ignorar a los pretéritos y referirse a sus congéneres como “la gente”. Uno es feliz en el devenir diario porque el mañana es un continuo amanecer que avanza imparable desde los límites de los más llanos y verdes praderíos.

Y de pronto, en lo más alto del cielo más azul y brillante, uno ve aparecer una nubecilla que, por lo incómoda, bien pudiera considerarse una tormenta. Y es ello que del pasado prístino de mis predecesores ha emergido la figura de un abuelo que fue desbravador de reses imposibles para el ejército y después por un “no mires más a esa mujer” fue condenado por homicidio en rebeldía. Vivió en Camagüey y allí se amancebó sucesivamente con seis mujeres. Pendenciero, calavera, vividor y crápula, con toda seguridad, fue repudiado por consejo familiar y condenado al olvido más absoluto. No era yo solo quien ignoraba su existencia. Fue durante una de esas jornadas en las que hay que deshacer una casa cuando encontré un rimero de cartas, convenientemente atadas con un cordel encerado, con remite de los servicios postales de Cuba. Durante días leí las numerosas razones que daba a la abuela para que le permitiera volver a casa. Confesiones y súplicas encendidas de un corazón contrito, que no parecía convenir al trueno, que una letra femenina antigua había calificado en una esquina del sobre con un simple “del cabrón”.

domingo, 21 de marzo de 2010

ELLA TE HA ESCLAVIZADO

She look’d at me as she did love,
And made sweet moan.

Su mirada fugaz fue un dulce quejido que me traspasó los huesos. La sostuve el tiempo justo para imprimirla como la marca indeleble que el pasado regalaba a mi futuro. Y vuelvo a sentirla vibrando en mis centros, intensa antes de ser borrada por un pestañeo. Me mira de nuevo y desfallezco en sus brazos que nunca me sostuvieron, me pierdo en la dulzura de sus brazos, en la suavidad de sus dedos, en la lentitud de las caricias que se me negaron.
Su mirada fue una súplica para que le entregara mi deseo. Yo no la conocía de nada. Sabía que no volvería a verla, pero accedí. Y envuelto por completo de perdición, se lo entregué entero. Me lo arrebató con aquel pestañeo.
No he vuelto a verla. Nunca. Pero le arrebaté su mirada. Y yo sólo puedo mirarla aunque me haya esclavizado,

sábado, 20 de marzo de 2010

PERO YO NO QUIERO IR A VENECIA

- Pero yo no quiero ir a Venecia. Yo no te llevaré a Venecia.
- Da igual. Yo iré y tú te lo perderás.
- De acuerdo, me perderé Venecia. La asquerosa Venecia.
- ¿Por qué tienes que ser así?
- Di como siempre.
- Pues, sí. Lo digo. Como siempre.
- ¡Gracias!
- Tú y tu estúpida manía de estropearlo todo, de estropearlo, siempre, siempre todo. ¿Es que no puedes ser agradable por una vez? ¿No ser tan raro?
- Pues ya que lo preguntas, no.
- Lo ves. No puedo con esto. No lo soporto un minuto más.
- ¿El qué?
- Da igual, déjalo.
- Si de verdad te apetece.
- Lo que me apetece es vivir de una vez. Creo que tengo derecho a ser feliz, a que me hagan feliz.
- ¡Y yo te he hecho infeliz!
- Sí. Y es culpa mía por permitírtelo.
- En ese caso, me voy y te regalo una felicidad nuevecita, a estrenar. No hay nada más que decir.
- Vuelves a equivocarte. Hay mucho que decir. Hay mucho que aclarar.
- Pero no yo. Acabo de tomar una decisión.
- ¿Tú?
- No te molestaré. No te fastidiaré.
- Siempre eres tan drástico en todo, tan radical.
- Desde hace unos segundos, eso tampoco importa.
- ¡Ves! Por esto, por cosas como ésta, dije basta. Se acabó. Por eso te dije ya no te quiero.
- ¡Ah!
- No seas cínico, por favor.
- No soy cínico.
- Te dije: ya no te quiero... Y en realidad llevaba mucho tiempo sin quererte. Desde que tú dejaste de quererme.
- Nunca dejé de quererte.
- Pero si hasta me lo dijiste. Dos veces. Llegabas siempre con desgana y no cruzábamos ni una palabra, ni una sola palabra, sólo...
- Y tú decidiste que el silencio y el cansancio significaban "ya no te quiero".
- Es que era así. Lo notaba así. No eran sólo las palabras. Yo hablaba y hablaba. De tonterías, y tú, nada, ni media palabra. Me sentía... me sentía utilizada. Un cuerpo en espera y uso. Todos los días igual. Algunos gemidos, unos besos y adiós. No me querías. Si me hubieras querido...
- ¡Y tú que sabes si yo te quería y cuánto!
- Lo sabía. Lo sé.
- No tienes ni idea.
- Tú si que no tienes ni idea de lo que te pierdes...
(...)
(...)
- De todos modos ya da igual. Que seas feliz en Venecia.

jueves, 18 de marzo de 2010

EL LETRERO APAGADO

Nunca sabré por qué me atrajo el letrero apagado de aquel bar, pero mis pasos buscaban su puerta desde que crucé el puente sobre aquel resto de río, al otro lado de la ciudad. Caminé convencido de que no encontraría ningún local abierto. Todos. Todos estaban abiertos. Sin embargo fui pasando de largo por delante de todos ellos. No me atraía de ellos que estuvieran casi vacíos, que estuvieran tan llenos, que tuvieran tanto humo, que parecieran tan higiénicos, ruidosos, silenciosos. Excusas, excusas, excusas. Ahora estoy convencido de que instintivamente caminaba hacia aquel bar. Mis pasos siguieron todo el tiempo una ruta inequívoca, que no marcaba yo. Con pasos de autómata subí la cuesta con una ligereza próxima a la ebriedad. Los pies leves y rápidos me llevaban, sin un roce apenas, por los secretos raíles que esquivaban a la muchedumbre que atiborraba aceras y calzada. Armados de botellas, vasos, extraños recipientes de plástico, indefinibles contenedores de líquido ocultos en bolsas sin publicidad. Bamboleantes seres babeando frases ininteligibles, estúpidos tentetiesos que peroraban a gritos, beodos convulsos y hediondos exhibicionistas de vómito y orina. Detrás de todos ellos se abría la puerta con una oscuridad a prueba de deseo. Pero entré. Nunca sabré por qué. Y sucedió. No me arrepiento, no me preocupa que sucediera sino no saber qué me dominó y me llevó hasta allí.

domingo, 14 de marzo de 2010

POR MI LADO

Bebí el último sorbo de café. Éste ya no me quemó los labios. Doblé el periódico y lo dejé sobre la barra "La crisis sólo afectará al 40%..." La calle estaba casi vacía bajo un cielo de claridad cenicienta. No olía a queroseno, todavía no. Un atisbo de brisa soplaba en mi dirección. Caminé hasta la plaza y me detuve en el escaparate de la floristería. Miré un pequeño ramo de flores azuladas, que ni siquiera sé cómo se llaman. Sonreí. Bordeé la plaza. Torcí en la esquina de la calle Roma y un cosquilleo se me instaló en la base del esternón. Era como el resto de una ráfaga de nostalgia y de curiosidad. Me giré hacia atrás. Nadie. Otra vez estaba mirando un escaparate. Destacaban dos bolígrafos caros. Me ensimismé. Se alzó otra vez la brisa. Me giré. El resto de una sombra que había pasado por mi lado doblaba la esquina en dirección contraria. De nuevo el cosquilleo, esta vez más fuerte. Me quedé mudo. Siempre que esto sucede me quedo mudo. Había vuelto a cruzarme con mi destino.

jueves, 11 de marzo de 2010

POR SIEMPRE JUEVES


Amanece. Paredes absurdas brillan

temprano, escarchadas de jueves,

muy limpias, de envidias,

de sueños descarados.

Por allí entra una turba

de amas de casa. Las sucursales

se inflaman con cólera bancaria.

Extraen de sus cuentas, la muerte fulminante,

el monto amargo: a tanto findemés

y pago en carne, saldo final,

otro jueves deplorable.

De las tabernas, también, caen

rezumos agrios y fulgores

humillantes, furias

de pasiones inertes

que a todos nos hacen

más jueves.

miércoles, 10 de marzo de 2010

CALLE DE LA DELICIA


Hoy es una calle teñida de viernes

y de sollozos perdidos

hasta el amanecer.

Fluye un resto de charco negro

en el cobalto parpadeante.

Es un viernes permanentemente

vacío, otro resto de arcadas,

es el final de la fiesta.

Hoy es otra vez aquella ciudad

que huye, entre alaridos, de su pesadilla

y es un compás perdido,

un taconeo profundo,

la afonía de un grito.

Amanece la pálida púrpura,

bruñida de edificios,

brama la calle con la misma

hediondez .

Hay pasos otra vez llevando,

trayendo, subiendo, bajando

despojos de viernes.

martes, 9 de marzo de 2010

CASTING PARA INOLVIDABLES E INDISPENSABLES I

EL NENE SEVILLA

¿Queréis que os cuente quien fue el Nene Sevilla? No tiene ningún misterio, fue un muerto de hambre que decidió meterse en esto de los asesinatos por encargo. Lo normal cuando uno tiene las hambres acumuladas de siete de familia, incluyendo a mayores dos cuñadas y una sobrina ciega. Lo normal cuando a las dos de la tarde arreciaban los reproches en vez de aparecer la comida. Yo no soy ningún inútil. ¿Tú? ¿A quién vas a matar tú, Nene Sevilla? ¡Cómo no sea de un susto al verte! Porque tú eres un rato feo, Nene Sevilla. Y flojo, muy flojo, hijo; hasta entre las sábanas, que ya no sé si darte un beso o hacerte el boca a boca. Yo… ya lo veréis. Voy a preparar una carnicería. Y me abro que no quiero…

El Nene Sevilla tuvo mala suerte porque toda su familia, cuñadas incluidas, le daban a la lengua en cada calle, por las tiendas, en las colas del paro y siempre contaban lo bragao que era el Nene Sevilla. Este, decían, va a cometer un crimen tan grande que va a pasar de barbaridad p’arriba. ¿Por venganza? ¡Que va! Por la Plaza Mayor o por las Delicias. ¿Por encargo? ¡No! Pa solucionar la vida. Pero ¿él solo? O con su organización o con su banda o con un comando. ¿Y no tiene miedo? ¿De quién? Si esto que hace es secreto y no lo sabe nadie y menos que nadie, la policía.

El Nene Sevilla se fue a beber cerveza barata, como cada día a un bar de las afueras que le pagaba así que cargara las cajas y los bidones, limpiara el almacén y fregara el pequeño patio trasero. Se cortó la mano derecha con un cristal de botella que no vió. Soltó un juramento y se limpió en la camiseta la mano renegrida. Al Nene Sevilla lo detuvieron en esa misma cantina, lo acusaron de un crimen atroz al final de las Delicias, un político muy célebre. Le golpearon la cabeza contra el suelo al detenerlo. Fuiste tú, fuiste tú, eh Sevilla. ¿Yo? ¿El qué? Fuiste tú. Toda la ciudad lo sabía. Ibas a hacer algo grande. Muy sonado. Se contaba por cada esquina. Yo sólo he descargao cajas y bidones. ¿Y esa sangre en la camiseta? De la mano, me corté con una esquirla. Pues prepárate por la que se te viene encima.

El Nene Sevilla empujó al policía y echó a correr pero estaba torpe y lo bastante borracho para no oír que le echaban el alto. Corrió casi hasta alcanzar la esquina, dio una voltereta de gato y se quedó sin aliento panza arriba con cara de asustao sin saber por qué se le había ido la vida.

domingo, 7 de marzo de 2010

PERO JUSTO ESA ES

Estoy agotando todos los títulos posibles para historias que seguramente ya no escribiré. Acabo de desechar treinta y dos y he de reconocer que al menos cuatro no estaban mal. Mi amigo Juan, y único lector, me dice que esto es un derroche de energía innecesario, que basta con que nunca escriba las historias y ya está. Pero yo sé que no es igual, porque si no me deshago de todas esas palabras y frases, como puedo estar seguro de que pretendía escribirlas. Mi amigo Juan, y único lector, me dice que lo que tengo que hacer es escribir historias, no borrar títulos. Dice que debo mirar al lado positivo en el que un lector como él mismo pueda disfrutar con asuntos y argumentos que a él no se le ocurrirían. Dice que debo pensar en historias que empiezan, siguen y acaban. Las bonitas historias de toda la vida. Y resulta que ya solo tengo resuelta una historia, pero justo esa es la historia más cruda de frontera, la de la frontera misma y todavía no he encontrado el valor para escribirla.

jueves, 4 de marzo de 2010

CRÓNICA DE DESASTRES

Por no andar en tópicos otra vez, no voy a anotar aquello de que el resumen de la vida está en lo que se lleva. Así que empezaré de nuevo. El resumen de la vida suele ser un libro mayor de asientos truncados y un libro menor de recetas, consultas, padeceres, intervenciones, convalecencias, revisiones, rehabilitaciones. Lo que se llama un historial médico.

En el libro mayor constan por estricto orden todos los fracasos, desde la primera bravata adolescente hasta la última amistad que se ha dado de baja mediante silencio administrativo, que es un método muy español. Por apartados figuran: los sueños no alcanzados, las promesas incumplidas, las espantadas, las rendiciones.

Lo peor de todo es caminar cada día con ese mamotreto abundante que rebosa de nombres de antiguos amigos, como un cementerio bélico: Desaparecido el tantos de tal. Lo peor es el eterno regreso a puntos perdidos en el desembarco de esta batalla de la vida: “cuando yo era niño”, “recuerdas aquel verano de nosecuántos, a ti te estaba saliendo el bigote”. Es un no parar de mirar huellas fosilizadas, fotos de peinados irreconocibles, alardes del “con lo que yo era” o “aquello si que fue”.

Pero la vida, me dice mi amigo Rafa que ya está de vuelta de todo, no es una batalla, es una derrota, un desastre a plazo fijo que no tiene solución. Y siempre acabamos brindando por los que no hemos vuelto a ver.

domingo, 28 de febrero de 2010

ANTES DEL RUMOR DEL VIENTO.

Fin.

Ya no está escrito en ningún sitio,

pero lo sé, hoy es antes de todo.

Antes del rumor del viento dormido

en tu pelo, antes de que tus labios

se despegaran en el borde justo

de un no sé que ya no recuerdo,

antes de que tus hombros señalasen

la dirección incierta

de tus pensamientos.

Fin.

Hoy es antes de todo eso

en un mundo viejo ,en singular,

en un manco mundo nuevo

y es, también, un qué más da,

y un eso es lo de menos.

No está escrito en ningún sitio,

pero lo sé hoy soy otra víctima

anónima de un amor muerto.

Y fin.

sábado, 27 de febrero de 2010

TE VI Y...

La primera vez que te vi no me di cuenta de que tenías las manos pequeñas. Es verdad, aquella vez sucedió así, casi sin mirarte. Como en esos repasos fugaces con que los ojos barren las imágenes de un panorama para no recordarlas. De esa primera vez conservo tu impresión desasosegante. Un perfil grabado en la retina que no se borró ni con el sueño de tres noches. Por ese contorno supe que tenías las manos pequeñas y que no era probable que llegaras a amarme.

Volví a mirarlas, mientras escribían no sé qué. Pequeñas e impacientes, asfixiaban al bolígrafo, lo exprimían, lo torturaban infatigables por una senda de trazos veloces, ajenos como las nubes del pasado verano. De pronto, se detenían a pensar y se agitaban. Inesperadamente, frotaban las yemas. La materia del pensamiento regresaba. Volvían a escribir.

Finalmente encontré una de tus manos durante un saludo, un apretón cortés, una presentación necesaria que me trajo la certeza de haber llegado a la frontera que nunca traspasaríamos. Creo que era la mano izquierda. La derecha estaba vendada. Recuerdo que se demoró algo más de lo necesario apretando mi mano. La falta de costumbre.

A partir de ahí tus manos desgranaron para mí el mejor repertorio de caricias que encontré por mis sueños. Las compuse y recompuse con tactos diferentes, con frías ternuras, con desleídas fragilidades. Repasando lentas un centímetro de piel. Traspasándome audaces. Sosteniéndome sensibles el mentón.

Te he visto de nuevo. Sé que esta será la última vez. Y no me duele no volver a verte ni el no poder decirte ya lo que hice por ti. Sólo me queda el pesar de no contemplar tus manos en este fragmento final, al desviar los ojos.

viernes, 26 de febrero de 2010

NO ME ENSEÑÉIS MÁS FOTOS

No me enseñéis más fotos.
Os lo vuelvo a decir porque nunca me hacéis caso. No me interesan si no estoy yo y no quiero verlas si estoy yo. No me gustan esas miserias del tiempo en que nada existe: sonrisas sin ruido, besos sin huella, lágrimas sin rumor, saltos sin caída.
No me enseñéis más fotos.
¿Acaso me empeño yo en mostraros los cipreses que nunca he visto? ¿o las huidas que no emprenderé? Todo está bien así. Perfectamente dispuesto en la geometría del fracaso.
No me enseñéis más fotos.
¿Para qué? Después siempre tendré que olvidarlas cuando anote otro chasco en la libreta de la gente que ya no he vuelto a ver. Debería haberla llamado libreta de los adioses pero resulta demasiado pomposo, y en las dimensiones de mi existencia es suficiente un nunca he vuelto a ver. Un adiós, todos los adioses, suceden siempre dos veces porque dejan un rastro de volador, de fuego de artificio que unas veces es de rojo rencor; otras, de morado odio; muchas, de blanco estupor; más, de un dolor infinito e ignorante del que debes desengancharte muy lentamente si no quieres colapsar el corazón.
No me enseñéis más fotos.
Ya tengo suficiente material para fabricar todas las soledades imaginables y no voy a perder un minuto. ¿Me apreciáis? De acuerdo, si es preciso que sucumbáis a la generosidad, a la piedad o a la simple fascinación de acercaros a mí porque no soy una compañía buena ni recomendable, adelante. Sentaos por ahí, hablad en voz baja de lo que os apetezca, acariciadme, dibujad en mi piel con el filo de vuestras uñas o con la brasa de las yemas, quedaos a la distancia en que el aliento cautiva y probad a adueñaros de mi sueño. Pero
no me enseñéis más fotos.
He anotado la última entrada en la libreta de la gente que ya no he vuelto a ver. A estas horas es probable que ya no esté para nadie.

martes, 23 de febrero de 2010

¡Que por qué comencé a escribir!

¡Que por qué comencé a escribir! Si me lo hubieran preguntado hace veinte años, habría contestado “yo que sé.” Diez años atrás o adelante la respuesta andaría porque “era la razón de mi vida” o por “no podía eludir las palabras, decirlas es lo que debía”.

Pero me lo preguntas hoy, precisamente hoy. Hoy que he doblado definitivamente la esquina y ya no tengo valor para mentirme. Me lo preguntas hoy y debo decirte que comencé a escribir porque hablar no se me daba bien, porque nadie me escuchaba, porque ni yo mismo me oía, porque mi mundo era tan insignificante que no merecía la compasión de los recuerdos que se prolongan toda la vida.

Empecé a construir una infancia con los retazos de lo que no tenía y una adolescencia interesante que oscilaba como todas entre muchos fracasos y algún acierto, magnificado, pero corto de alegría. Mi juventud dos o tres éxitos que con el tiempo me creería, una juventud magníficamente sombría.

Después los años echaron a correr por delante de mí y ya no se me borró esta expresión de asombro, de ir a rebufo de la vida. Y tarde, siempre tarde. Llegando a cada parte justo cuando otro que me sustituía, acababa de vivirla. Y oía que hablaban de mí y yo estaba en otra parte, en otro asunto. Simplemente, no estaba mientras la vida sucedía. Y noche tras noche volvía a inventarla, a traducir a la lengua de todos las horas perdidas y los gestos y los besos inexistentes y las caricias omitidas.

¡Que por qué comencé a escribir! Para vivir y tener derecho a contármelo y creerlo al pie de la letra, así, bien ordenados los afectos, los amigos, las intimidades, los leves fracasos, los deseos…, los deseos inconfesables y los otros, los no confesados. Para contarme cada noche esa historia que me cerraba tranquilamente los párpados, para sustituir la primera hora de cada mañana con los efectos de un nuevo relato. Y he doblado la esquina ¡Y me he contado tántos!

Ahora lo cuento porque ya da igual, me he descubierto el truco. Este negocio ya está desmantelado.

lunes, 22 de febrero de 2010

Un hombre feliz suplica a las tinieblas

Un pie tras otro y otro, otro y otro,

ya está.

Ha llegado puntualmente

un hombre.

Es la hora del abismo

feliz.

Ahueca las manos,

suplica.

Las dedos en su gurruño juegan

a las tinieblas

y se detienen donde el perfume

de los desvíos

rompe en espumas

sus filos

y los ángeles huecos penden

de sedas,

tramas letales del destino.

viernes, 19 de febrero de 2010

Dice Tomás Sánchez Santiago en el prólogo de “Mortajas”:

Hay una estirpe atroz de libros que llegan a las manos como llegaría a una taza de café una lágrima fulminante de cemento: lo seco flotando sobre lo amargo.”

Y esto es el comienzo de un impresionante prólogo al último libro en mano de Luis Miguel Rabanal. Y por no añadir aquí el resto del prólogo ni un amén, escribo la doble maravilla que supone cada libro de mi largamente admirado Luis Miguel Rabanal. Tan largamente como insuficientemente admirado. Y en esta última admiración cargo la cuenta de la amistad con que me honra. Lo que no dice Tomás Sánchez Santiago es que hay palabras como esta de “Mortajas” que sólo pueden ser de pueblo, y antiguas, palabras que casi sucumbieron hace dos generaciones, bueno, en mi tierra hace una porque aquí todo va más atrasado.

El libro. El libro que he pasado y repasado palabra a palabra ha sido mi delicia desde que lo recogí. Tanto que aunque me urgía yo mismo a terminar estas líneas, me hacía valedor de la simple disculpa: “Otra lectura. Sólo otra. Lo leo otra vez y ya, me pongo”. Y así, una tras otra, finalmente he conseguido agotar el plazo, los plazos. Hoy toca decir algo de “Mortajas”. Y, como siempre que esto ocurre, no es sencillo porque los poemas de Luis Miguel siempre me dejan con el aliento justo para la siguiente respiración, no para escribir.

Me parece que este poemario es como el repaso final de los paisajes esenciales del escritor, los de su infancia dejada, pensada, revivida y redimida: Ceide, el Ariego, la Piedra, Valdeluna, todo Olleir. Es una metáfora con frío de musgos que le sirve al poeta para maldecir las palabras, esas mismas palabras que dice para olvidar y cuyo destino es el de andar perennemente los pasos de un recuerdo preciso y amargo y muy tuyo y tan mío que no le encuentro los perfiles de la distancia poética ni de las vivencias embalsamadas en un tiempo que invade cada pausa, que habita cada cadencia.

Digo Llueve inmensamente

como en los días útiles.

Cuando el desamparo era inmisericorde

y te amaban sin fin.

Y al callarme únicamente siento que estas palabras que son mías las haya escrito Luis Miguel. Y únicamente siento que las dimensiones del placer y del dolor, de la alegría y de la amargura, en sus manos, son las rayitas de una regla escolar. Y la realidad es un centímetro de nuestra piel que mantiene los gozos más antiguos en el sitio del sufrir, o al revés.

Y sigo El era un niño que busca

en Montecorral su sombra.

Nueve ventanas para ella,

Ya está. A mí también se me acaba de caer todo el pasado encima o a lo mejor sólo los recuerdos que me brindaste.

Te reconozco en cada palabra, aunque estas vienen más desnudas, más exactas y feroces, como si nada importara después de haber sido dichas. La mot juste y tengo ante mí la declaración vital más poderosa que tiene la poesía de la herida inacabada que redacta Luis Miguel, poesía para olvidar, poesía para olvidar el valor despreciable de las palabras a la hora de expresar.

Y concluyo Nos quedan tantas cosas

por hacer, el contagio de mi voz

por su silencio.

Lo dicho, todo lo demás son palabras para olvidar.

miércoles, 17 de febrero de 2010

A TIENTAS


Te condeno a no medir en mis ojos

la profundidad de las miradas

con el palpitar lento de tu boca,

con el sabor y las benditas cegueras.

Tenías razón, al final, no me conoces,

no me verás tal como yo era,

únicamente real en el perfil

de la oscuridad, cuando llegabas

con tu frenesí de mareas antiguas.

Y ese yo se fue convirtiendo en este ahogado,

un residuo de las nieblas largamente paseadas;

azules, nieblas azules, devastadoras

de los filos cómplices que nos ganaron.

Te condeno, eternamente, a vagar

lejos de este glaucoma azul,

por los restos de los restos

de identidades anónimas.

Permanecerás en la frontera del rencor,

sin entrelazar los dedos en la humedad

cálida de mis yemas. Nunca. Nunca más.

Y tampoco te importará.


martes, 16 de febrero de 2010

Está decidido. Seré Nadie.

Por una de esas coincidencias a que te lleva el aburrimiento una tarde cualquiera, entré en un bar y, maquinalmente, pedí un café casi al tiempo que recordaba que en ese lugar había probado alguno de los peores bebedizos de mi vida. Puse fin al enojo con un suspiro y miré al televisor para no darle más vueltas a mi error. Mientras a mi lado toda la concurrencia se sorprendía viendo en el noticiero el avance de los teléfonos del futuro -promesas increíbles de la tecnología (inasible)- reunidos en una gran feria (presencial), yo me iba sintiendo más aterrorizado a medida que la noticia avanzaba. ¡Máquinas del infierno! Por la pantalla retroiluminada y totalmente plana del televisor asomaba un imbécil, spanglish él o inglisñol (no estoy seguro), que en tono divertido cantaba las alabanzas de aquel teléfono móvil, un celular del futuro más inmediato cuya singularidad consistía en detectar tu aspecto a través de una cámara de altísima sensibilidad y nosécuántospíxelesdedoblefunción, y analizar tu rostro sin importarle la guapeza o no, sino tu estrés, tu cague o tu confusión y comunicar al comunicante esos extremos de tu comportamiento. ¡Un maravilloso teléfono delator de terrores y de mentiras! Un artefacto capaz de delatarte a la policía si fuera, si es necesario. La parroquia aplaudía entusiasmada. Memos fanáticos de la tecnología que nos roba el mundo.

En plena euforia futurible, un autosatisfecho gringo calvorota, pasado de güisquis y de botellines de agua mineral, tomó la palabra como un predicador fané en plena histeria de mercadillo para hurgar en la herida que me había abierto y ahondar en la intimidación que me había aplastado contra la arista de la barra: en este modelo de teléfono estará toda vuestra vida. Es un álbum de fotos, de todas las fotos de vuestra existencia, y una oficina completa, para que no dejéis de trabajar en ningún sitio, a ninguna hora; es un bar seco, un punto de encuentro con tus amigos, hasta te permite visitar varios grupos de amigos a la vez. Con esta tecla accedes a tu red social a más velocidad que de ningún otro modo. Esta tecla te hace el rey del mundo, el ombligo del universo. Es la tecla del destino. Sin ella no existes. Simplemente no existes. Sin este móvil tú no serás nadie, tú no estarás en el mundo, nadie sabrá de ti. ¿Nadie? ¿Nadie? ¡Nadie! ¡Gracias, Dios, por haberme escuchado! A partir de julio no tendré teléfono móvil. Nunca tendré ese móvil.

Seré Nadie. Seré Nadie en ese mar de olvido, en esa antigua existencia humana, donde la gente se encuentra en la calle, se da la mano a los niños y a los recién conocidos, los amigos tosen a tu lado, las chicas tienen rasgos tan duros como sus mohínes y son inasequibles y nada neumáticas; donde las pieles transpiran si más, los ojos parpadean de pura necesidad y las mentiras no son instantáneamente detectables mediante un aura cromática.

Seré Nadie entre esas islas monstruosas llamadas Telefónica, Vodafone, en la isla de Sansung en el archipiélago Nokia y en todas las otras que me esperan con sus encantamientos a punto. Islas cuyo nombre repite una legión de sibilas con dos palmos de maquillaje y augures lampiños que repiten a seis palabras por segundo la melopea de la modernidad de turno. En algunas de esas islas olvidaré a mis amigos de carne y hueso tal como son; en otra, viviré un amor cautivo, sin tacto, peso, calor, aroma ni certeza de que quien dice es como dice. En otra, perderé mi tiempo en idas y venidas, en un trabajo inútil que no hace brotar plantas ni crecer animales. En otras y otras, perderé mi nombre y seré una identidad numérica residual o un seudónimo extraño concedido por combinación de posibilidades.

Estoy decidido. Seré Nadie. Regresaré a mi isla y prepararé los harapos para que no me vean recobrar el viejo arco. Y con el viejo arco…

viernes, 12 de febrero de 2010

NO SÉ, NO SÉ

Hoy sólo abro este blog para confesar que tantos días de silencio únicamente significan que no sé qué decir, o escribir. Por supuesto, eso no es ninguna desgracia, más bien creo que es una bendición. Pero como supongo que alguien sigue asomándose por aquí, no me parece justo dar pábulo a cualquier expectativa. Esto no es un lamento ni una búsqueda de palmadas. Es un aviso de que no sé qué haré en lo sucesivo. No es un adiós porque siempre se me dieron mal las despedidas y no estoy seguro de que esto lo sea. Espero que os vaya bien amigos.

domingo, 31 de enero de 2010

SEÑALES DE VIDA, de César Valle

El título de este poemita y creo que el del poemario parece casi la noticia que yo estaba esperando conocer de César Valle, Señales de vida.

He puesto una cordillera de distancia
entre nuestras seriedades.
Nuestras risas, en cambio, son
¿cómo decirlo?
un tiempo muerto a raudales.

jueves, 28 de enero de 2010

AMIGO NICOLÁS

Amigo Nicolás:

Hoy que se acaba enero deseo felicitarte este frío.

Mañana se habrá caído esta hoja y

dentro de un mes y pico, esta hora ridícula

que corrige los horarios desajustados de la prosperidad.

Y dentro de tres meses las farmacias notarán las alergias en sus bolsillos.

Y dentro de cinco será verano para los bikinis.

Y para que los pobres se tomen, nos tomemos un respiro

y una urticaria y una salmonela y algún sarpullido.

Y en septiembre habrá otro curso,

tuyo no, por supuesto, ni tampoco mío

para hombres de provecho, de crisis, crédito y montepío.

Y en octubre habrá uvas que nos partirán el lomo,

uvas de crianza y de reserva, malas uvas sin vino.

Y noviembre hará una tregua para visitar

los saludables cementerios. Ver si aún quedan huesas,

agujeros que puedan descarnar nuestros huesos.

Y diciembre, allá al final del calendario

caerá otra vez en invierno. Descenderán monedas,

ascenderán los congelados, por frío,

en un estricto baremo que se ajuste a las expectativas

más optimistas del gobierno.

Y a dos días de que regrese el próximo enero, ya no podré

felicitarte este frío, tan propio, tan nuestro que tenemos.

domingo, 24 de enero de 2010

EL CANON PARDINO

Una de las características esenciales del Canon de la Rosa o Canon Pardino es que sigue en proceso continuamente y el orden de las obras no es ni alfabético ni cronológico sino que depende del orden actual. Dicho esto, ahí van las trece primeras obras que en este momento constan en el canon:

1.- Coplas a la muerte de mi padre, Jorge Manrique.
2.- La Madre, Máximo Gorki.
3.- Las Almas Muertas, Nikolai Gogol.
4.- El rey Lear, W. Shakespeare.
5.- La Náusea, Jean P. Sartre.
6.- Ofrenda lírica o "Gitanjali", R. Tagore.
7.- El Profeta, K. Gibran.
8.- La Peste, Albert Camus.
9.- El hombre que compró un automóvil, W. Fdez. Flórez.
10.- Cuentos para minutos, H. Hesse.
11.- Historias de Cronopios y Famas, J. Cortázar.
12.- Vida y fuga de Fanto Fantini de la Gherardesca, A. Cunqueiro.
13.- El principito, A. de Saint-Exupery.

sábado, 23 de enero de 2010

Avellaneda por el mundo

Tomada en la estacion de autobuses the Aarhus (Århus Rutebilstation). Nino's courtesy.

Quién osa ¡vive Dios! decir que yo no viajo. De las provincias del norte la mayor parte recorrí cuando andaba en hazañas y en jueves de jubón y faldas. No había vuelto por allí, esos lares conquistados, esos suelos que eran propios de mi sangre y de mis manos, que mis inútiles reyes negociaron por perdido cuanto habíamos ganado. A decir verdad, todo lo encuentro hoy cambiado, pero propio, eso sí. Que aunque en otra lengua sea, veo que se acuerdan de mí.

jueves, 21 de enero de 2010

UN TALLO DE LAS HOJAS DE LA PATATA

De Las quince hojas de la patata.

Eres amor, el final -digamos-
de toda mi lejanía,
en un trazo automático,
en voz prescrita;
en una pausa semanal,
otro impago;
en esa respuesta diaria,
suspendida;
Eres amor, la línea
en los océanos
azul imprenta
que se aparta de mí
por el surco curvo
del atlas.
Allí diminuta y próxima
al cerrar el atlas.
Eres amor, desesperadamente
en cada miedo, y
aquella única certeza
a la que puedo regalar,
sin acuse de recibo,
la interrogación de este signo.

martes, 19 de enero de 2010

DONDE MUERE EL VIENTO III

Huelga repetir la localización exacta del sorprendente lugar, pues desde un punto de vista científico existen pequeñas variaciones dependientes de los movimientos terráqueos y de las influencias de la gravitación cósmica en general. Pero la clave es que el viento muere –como no podría ser de otro modo- en el punto exacto donde las dos potentes corrientes oceánicas, fría y caliente, archiconocidas, alcanzan el mismo grado de temperatura.

En ese punto mueren los vientos que han llegado rolando sobre las espumas, succionando grandes masas de agua y desalándolas en su furiosa ascensión; en ese preciso punto desaparecen los ventarrones que han arrastrado loess suficiente para crear cordilleras y mesetas vastísimas, que han movido desiertos completos, que han desnudado la tierra de futuros edenes; en ese concretísimo punto se acaban los millones y millones de brisas que barrieron el mundo en continuos movimientos circulares que se desplazaban apenas unos metros cada año de su punto de arranque.

En el susodicho memorial, De Mirabile Facto, en su segunda consideración constaba un largo párrafo en que Marco Polo se hacía eco de las palabras dichas por un monje de las Meteoras en presencia de dos mercaderes de la Serenísima República. Decía, en resumen, que lo verdaderamente interesante de encontrar este lugar –del cuál el también aseguraba tener noticia cierta- era la posibilidad de poseer todos los rumores de las palabras dichas en el mundo por todos los seres humanos, desde el gorjeo primigenio de nuestro primer antecesor al último estertor de un fallecimiento reciente. Tesoro prometedor, sin duda. Tanto como vasta es la labor de desbrozar ese contradiós de palabreos, esa babel de soplos, esa gomorra de silabeos.

Marco Polo pedía ayudas en el Memorial no para librarse de la prisión ni para escribir sobre esta visión de otro viaje, sino para fletar barcos, contratar hombres y costear una expedición capaz de traer de vuelta el mayor tesoro nunca pensado: las palabras de curación, las otras de milagros necesarios, las de la maldad histórica, las que fraguaron conjuras, las que hicieron girar el rumbo de la historia, las que detuvieron el paso del sol, las que condenaron a plagas, las que ardieron, las que llovieron, las que tronaron, las que pronunció el silencio inestable de un sueño. Todas esas y más que sería preciso separar, aventándolas como paja trillada.

lunes, 18 de enero de 2010

DONDE MUERE EL VIENTO II

DONDE MUERE EL VIENTO

Marco Polo dictó en la celda húmeda de la prisión principal del Dogo -en la isla del Silencio, de la laguna sur de Venecia-, se cree que por informaciones obtenidas a través de los informes de Nonio Effendo, un memorial que contenía las instrucciones para localizar el lugar innombrable donde muere el viento. Por alguna razón nunca explicada el texto estaba expresado sin clave alguna pero de modo tan ambiguo que durante siglos se buscó el punto exacto en desiertos fríos y en minas rasas, sulfurosas o de inmundicia natural. Jamás en lugares acuáticos.

Junto al memorial consta una addenda, presumiblemente auténtica, que describe las cualidades del dicho lugar, modo real de identificarlo y de la previsión de sus consecuencias. Dicho memorial, llamado De Mirabile Facto, fue quemado en 1768 en Lassellière por el bien de la razón y del progreso. En 1905 se encontró una copia simple, realizada a mano inculta y sin anotaciones de margen, considerada falsa. Fue el motivo para retomar la búsqueda interrumpida de la “vieja quimera”, que al fin ha concluido con el hallazgo del lugar exacto. La aclaración resultó evidente cuando a las coordenadas del lugar descrito se le añadió la cifra 27.483’56, procedente de la suma no consecutiva de las letras del nombre Nonio Effendo.

domingo, 17 de enero de 2010

EL CANON PARDINO

Está de moda, ya lo sé, pero esto es producto no de una imitación, sino de una afortunada casualidad. Aunque yo lo he descubierto ayer (en realidad, me lo contaron ayer), la existencia del Canon Pardino se remonta a noventa y cuatro años atrás. El Canon Pardino, también llamado Canon de la Rosa surgió en León, en la antigua biblioteca, llamada de Colegiales, debido a la necesidad de contar con un número concreto de libros de inexcusable lectura a la hora de pretender una vasta cultura, una sabiduría crítica para entender los saberes humanos y las variantes conceptuales de las visiones que producen y sus potenciales consecuencias.
Dado que es preciso compartir la fortuna en este mundo para que esta pueda crecer, dentro de una semana aproximadamente comenzará a aparecer en este blog, por partes, el Canon Pardino.
Espero que resulte... (el adjetivo ponedlo vosotros).

jueves, 14 de enero de 2010

DONDE MUERE EL VIENTO I

DONDE MUERE EL VIENTO

Se han necesitado once geosatélites exactamente alineados alrededor del Trópico de Cáncer y un afortunadísimo cálculo –inexpresable aquí, dado el galimatías de grados, minutos, segundos, acimuts y subdecimales que supuso- para lograr dar al fin con el lugar donde muere el viento. Sí, la expresión es exacta: el lugar donde muere el viento. Este viejo deseo de la humanidad, esta búsqueda iniciada por Nonio Effendo, dibujante y cartógrafo en seis expediciones de Marco Polo, fue abandonado en 1763, tras ser condenada esta iniciativa por la Asamblea de Geógrafos de Lassellière, en París, y por el Archivo General de Pruebas Geométricas de Grenoble, un año más tarde. Hasta doce actas se redactan en los seis meses siguientes haciendo pública la denominación de superchería que durante siglos supuso esa búsqueda.

Sólo una persona mantuvo vivo el afán de continuar la investigación histórica. A causa tal vez del temor a enfrentarse a nuevas condenas científicas públicas, de este investigador únicamente conocemos el seudónimo, Moisè Hagdon. Cuyas teorías, fueron expuestas una y otra vez no en artículos especializados sino en relatos literarios de seudociencia. Todo un movimiento oculto, una corriente subterránea que acaba de llegar a feliz término hace veintiséis días, tres horas, cinco minutos (no computables los segundos) con la certificación del Instituto Geodésico Nacional de Islas Tawienn. Aparentemente, se trata de una noticia sin importancia, pero desde que el lugar fue determinado en longitud y latitud en un punto exacto de la superficie marina, a no más de dos millas marinas, un espeso silencio ha cubierto todas las informaciones derivadas de la noticia inicial.

lunes, 11 de enero de 2010

Una curiosidad sobre el blog de las bibliotecas municipales de León.

Vaya por delante el hecho de que fui una de los primeros en aplaudir la aparición de este blog; vaya también el hecho de que lo sigo asiduamente; vaya, el que me han entrevistado cuando así lo consideraron oportuno; y vaya, en fin, el que piense que han hecho una labor encomiable en su pervivencia, permanencia y sostenimiento, cosa nada fácil. Pero hoy ha llegado el día de la ceniza, de la paletada de arena, de pedir una explicación (por si acaso la quieren dar en vez del silencio administrativo, tan propio de situaciones zurrupias).
Y es el hecho, vamos a ello, que hace unos días envié un comentario a propósito de una noticia sobre un filandón en la casa de cultura de Armunia. Escribí la palabra de comprobación antibroma y lo lancé desde mi correo. Ha llegado; seguro. Google no falla en eso. Pero han pasado los días y ¡Oh, sorpresa! El comentario no ha sido publicado. Deseo que se deba a un exceso de trabajo, que no les ha permitido atender tal cosa, o a un aluvión de comentarios a tal post en cuya cola el mío tenga el número cien mil, o a que han estimado la baja condición del comentario o sus faltas de ortografía o cualquier otra cosa que no me haga suponer que se trata de que simple y llanamente ha sido CENSURADO. Me duele tanto pensar en esa posibilidad que hasta se me han escapado unas mayúsculas.
Espero sinceramente que no haya sido el caso ¡Qué decepción si no! Me pongo en cuarentena como lector de ese blog hasta entender algo en el caso. Por supuesto, sé que nadie está obligado a publicar nada si no quiere, pero es que ese apellidito de municipales, es decir, públicas, es decir, de todos, abiertas y participativas, obliga, y mucho, espero.
Por cierto, a este post le pueden escribir comentarios, que no suprimiré, aunque no me gusten.
Atentamente, este lector.

domingo, 10 de enero de 2010

EL ESTÚPIDO MOMENTO

Hoy comienza a colaborar en este espacio Martín Nido (Labor de Rey, 1980). Dice que él cree que es un antipoeta, un descuidador de letras, uno que pasa cerca y mira lejos por si la gloria pasada ya anda de vuelta, que quiere ser muy leído pero que sabe que eso en su caso no cuenta, que pide un espacio y ofrece a cambio todas las líneas que pueda. Hoy llega hasta aquí con el fragmento inicial de su poemario Las quince hojas de la patata.

Ya no hay espacio para la certeza,

Ahora que concluye la duda del tiempo.

Llegan los días del viento hasta las cenizas

De nuestros días, hasta nosotros los infelices

Que creíamos en la felicidad sostenible,

En los espacios sin humos, en los sexos seguros,

En los seguros a todo riesgo, en los deportes de riesgo,

En el lenguaje no sexista de los cetáceos y de las abejas,

En la música de los planetas y en la infalibilidad de los cometas.

Ya no hay tiempo para la huida ni lugar,

Es el tiempo previo a la paz y sus tragedias.

Es el estúpido momento de la guerra.