domingo, 23 de diciembre de 2012

CADA MAÑANA


Aún te recuerdo, cada mañana,
plantado en el centro de mis pupilas.
Yo, ya los sabes, soy
la imagen solitaria
que asoma sorprendido
a la cancilla continuamente vacía.
En tus ramas dejo pendientes tres noches
de memoria no recobrada.
 

César Valle

jueves, 13 de diciembre de 2012

DÍAS ASÍ


DÍAS ASÍ

Hay días así.
Te lo confirmo. Una ráfaga cualquiera
Juega a perderse en los tendales cadenciosos. Lograría
Palidecer tal vez aferrada a mis sienes.
El ciprés,
Ya ves, me nombra, me brinda su esquiva presencia...


César Valle

jueves, 13 de septiembre de 2012

POCO MAL


No. Güifi de esa no tenemos.
Vienen muchos preguntando por eso, pero no. Nunca hemos tenido.
Fue cosa de un sobrino que decía que había que modernizar esto y que hizo lo del anuncio, pero no duró aquí ni dos semanas. Tenía las manos tiernas.
Pero aquí han pasado muchas cosas importantes, no crea.
Seguro que a usted le interesa saber que en la habitación que ha alquilado se comenzó a escribir la novela esa de la que tanto hablan en la televisión.
Sí, hombre. Esa de las lágrimas… La de las chicas que escapaban del pueblo… ¿cómo era?
Ah, sí. “Poco mal”.
Pues no sé, porque por aquí nunca se supo nada de algo así. Eso seguro que son ocurrencias de ese escritor.
Ya le digo, aquí se escribieron los primeros capítulos, o más, seguramente, porque el hombre no salía de la habitación más que para bajar al Soto a beber un café, que allí es bien malo!
Es que los poetas y toda esa gente, hacen libros bonitos, pero son raros.
¿Este? Este era muy raro, mucho. Por eso hizo un libro tan bonito.
No, leerlo no. Pero se lo recomiendo a todo el mundo. Lo escribió en esta habitación. En esta misma. Ahí, contra la ventana esa. Seguro que eso ayudó a que le saliera un libro bien bonito. ¡No deje de leerlo!
(extracto de la novela POCO MAL, recién aparecida.)

martes, 4 de septiembre de 2012

DECIDIDAMENTE

decidídamente, este es el septiembre que se me traspapeló del calendario hace once años. Lo sé, aunque no lo hayan confirmado los noticiarios de las cadenas de televisión, aunque no haya una sola referencia en los periódicos ni en las revistas especializadas. Aunque solo yo me haya dado cuenta. Hace once años me despareció el mes de septiembre del almanaque. Durante la primera semana supuse que había sido solo un sueño. Después me convencí de que mi memoria ya flaqueaba y aquel episodio pertenecía a los del orden que te hacen pensar que tu vida te es usurpada a veces por un vividor ajeno que no te devuelve después ni un recuerdo. Cuando transcurrieron más semanas la sensación del mes perdido se fue diluyendo y sentí el alivio de haberme salvado de una fase de supresión personal- Tampoco es que importara un mes más o menos en una existencia con tanto tiempo desaprovechado. Creo que más o menos antes del año dejé de acordarme por completo.
Encontré la explicación en una relectura casual de la Odisea. A Palinuro también le había ocurrido, justo antes de acometer la travesía de Caribdis y Scilla. Lo relata Homero, pero solo de pasada. Que cómo lo he sabido. Sencillamente porque este de ahora es un mes con luz vieja, repleto de aire rancio y voces que me resultan conocidas pero lejanas. Acabo de ver personas que ya no existen justo al entrar en el portal de esta casa imposible que se desplomó diez años atrás. ¿Dónde está mi septiembre de este año?

jueves, 30 de agosto de 2012

ESTE LUGAR

He visto este lugar muchas veces antes. No era ni ficticio ni lejano ni imposible, era ajeno. Siempre era un lugar ajeno, habitado por tantos otros que también me eran ajenos, dolientemente ajenos. Un lugar con puertas amables que se franqueaban solas al paso de cualquiera, delicadamente, sin rozar, sin distraer del alto cometido de visitar el dolor. El dolor siempre anda dentro. Rueda de una planta a otra. Ora se postra callado en un camastro técnicamente higiénico ora gime contra una almohada ora vuelve la mirada sin punto fijo.Se cuela en un ascensor y desembarca en las habitaciones pares de un piso par. Se detiene en una ventana y busca fuera el aullido intermitente de sus secuaces luminosos. Se aplaca un momento plácidamente    y se disfraza de tibieza en las lágrimas que pugnan por salir y quedarse. 
Entro en este lugar y la presencia que lo habita me susurra la bienvenida fétidamente tibia bajo la asepsia de trajes con  olores raídos, que detienen el tiempo y distribuyen la espera. Un goteo omnipresente vigila a cada visitante y hace cuenta de ciertas demoras, pasa lista a las ausencias incomprensibles y anota presencias sorprendentes y las llamadas veloces que solo buscan el momento de endosar certeramente el te dejo que se me hace tarde. Porque siempre es tarde en todo el mundo, menos aquí donde la prisa también es ajena y espera en alguna parte fumando un pitillo imaginario ante esa puerta amable que se franquea sola.

lunes, 27 de agosto de 2012

EL ARCANO 21


Puede que sí. Puede que yo sea un ignorante. Puede que yo ignore casi todo sobre la matemática musical y técnica, sí. Y sobre las ciencias naturales, incluidas las biológicas y los ensayos elementales de laboratorio. Puede que yo no sepa casi nada de ortografía y poco, bueno nada, de prosodia. Puede que no tenga experiencia de casi nada, que se deba contar. Puede que sí, que solo sea modelo en ignorancia. Puede. Pero sé que el tarot es mentira. Todo, mentira. Todo. Que las tiradas, las manos, los cortes, las…, las…, como se digan, son mentira. Todo, mentira. Y un engaño. Los arcanos mayores y menores y todo eso. Es mentira porque me gané así la vida un verano, suplantando a mi vecina Ruskaya, la echadora, cuando tuvo que irse a cuidar a su hermana enferma. Sólo es cuestión de labia. De labia y de mentir con las mentiras más grandes y de la forma más increíble. De decir a la gente lo que quiere oír. Veo en estas dos cartas una desgracia terrible e inminente, porque así es como gustan las desgracias. O te acecha un  destino fatal, que siempre sonaba muy bien y encandilaba a las mujeres de cuarenta a cuarenta y tres y a los hombres de diecinueve a veinte. Vaya camelo eso del tarot. Camelo el tarot francés, el tarot amalfitano, el tarot de Corcubión, el tarot flamenco y hasta el tarot turco. Camelo puro. Bueno, una cosa es  cierta, en el tarot Trementino hay un arcano que es completamente cierto. El arcano veintiuno, el que corresponde a los enamoramientos prematuros, es completamente cierto. Ese es completamente cierto porque además son amores sin beneficio. Y lo sé porque cada vez que me salía esa carta, que tenía forma de flecha gris abatida sobre un tobillo, me invadía un amor inútil por la primera mujer que pasaba. Era el amor prematuro. No dolía ni alegraba, únicamente dejaba un sabor de no saber qué, imposible de quitar con besos ni caricias. Era una mierda de amor, claro; pero en él sí que andaba el destino. A ver si no cómo era que aparecía en aquella carta, la única verdaderamente cierta ¿A ver?

De MÚSICA PARA TORPES. Luis Miguel Rabanal


LAS TRAVESURAS

Hay ruidos en la calle
que preferirías no escuchar desde tu mesa,
encienden en tu cuerpo viejas luces tristes.
Cada lunes es muy sano asumir
que te has ido, que no resiste tu boca
esperarla más a las cinco bajo el Roble.
La nostalgia cabe en su mano,
y te culpas por haber soñado que soñabas
con soñar sobre su pubis.
Las frases que pronuncia
el atormentado que crees conocer,
las que nombraban tan bien los días felices
que alguien olvidó tachar
de tu almanaque,
reposan al borde del camino.
Lo mismo que aquellos mineros acribillados.
El que escribe que la existencia no basta para
acostumbrarnos a ella, que el amor te retiene
con sus muslos cerrados y blancos y tibios
y anochece temprano
voto a bríos que no é um fingidor.
Tampoco es difícil pensar que si una vez
el delirio, profusamente, mojó sus cabellos
por qué no iba a terminar ahora
de calentar con veneno la comida.
En sus ratos libres se esconde a la sombra
de algo, no se para a dilucidar su futuro.
Mientras, tú cruzas
las piernas que no tienes para mitigar
las manías y toses con decoro.
Mientras, bajo tu glotis hay burbujas y mimos.
Él dice: bombonero de oxígeno, no te tardes
que me muero, o no es eso lo que dice.

De MÚSICA PARA TORPES. Luis Miguel Rabanal
(Con cita inicial de M. Nicieza y nota final de MJ Romero)
Ed. Baile del Sol. Col. Poesía)

viernes, 24 de agosto de 2012

Día de Olleir


Riello volverá a ser el Ollier de Rabanal

La Casa del Pueblo acogerá esta tarde la presentación del último libro de este escritor omañés, ‘Música para torpes’
Ana Sarmiento/ L.C.
F. Fernández / León
Luis Miguel Rabanal volverá a estar hoy feliz y triste. Lo uno porque su último libro, ‘Música para torpes’, se presenta en su pueblo, lo segundo porque le recordará que no puede estar allí para disfrutarlo. Ya loo confesó hace doce meses cuando le pusieron una calle con su nombre: “Me duele saber que tengo una calle con mi nombre y saber que jamás la pisaré”.
Debe ser duro, y más para él, que tanto disfrutó su tierra, que tanto la defendió cuando se asomaban los buitres del agua, que convirtió su pueblo real (Riello) en su territorio de ficción (Ollier, Riello leído al revés). Pero así son las cosas y así las acepta el propio escritor cuando escribe en su biografía: “Desde finales de 1997, debido a la tetraplejia producida por un derrumbe doméstico o por un accidente de surf, ya no se acuerda, es usuario de una bonita silla de ruedas Breezy”.
Hoy (a las veinte horas) Riello volverá a ser Ollier de la mano de quienes hacen posible la presentación del libro, Félix Fernández, siempre amigo, siempre cercano, y la acordeonista Ana Sarmiento. Y la voz hecha verso de Luis Miguel en la lejanía, desde Avilés. Sería bueno estar allí, con él, con su República de Ollier, ésa que llama a la concordia. “ La República de Olleir, concretamente, ya que la República de verdad no la verán mis ojos, la he construido a mi antojo literario y personal, sin banderas separadoras, sin quebrantos”. Pues eso.
Y hasta esa República sin banderas llega su último libro. Un paso más. Ese libro en el que el poeta de Ollier se dirige a otro, que bien pudiera ser él. Un libro con mucho que leer, un libro sobre el que hay mucho que pensar, un autor que te obliga a reflexionar: “Ya sabes que nadie querrá ver / el deterioro causado por la lucha, baste / una llaga irrisoria para alcanzar la dimensión / de la catástrofe”.
Y muchas cosas más que hoy te contarán en Riello, o en Olleir, con música de acordeón.
(La Crónica de León. 24 de agosto de 2012)

lunes, 20 de agosto de 2012

EL POETA.


El poeta acaba de irse ¡Al fin! ¡Qué pesado y pedante es este hombre! Y qué perras coge últimamente con eso del tiempo, que si existe, que si no existe, que si existe pero como si no existiera, que si su existencia es una convención condicionante… Como si todos fuéramos tontos, como si nos supiéramos lo que es el tiempo. Una entelequia dice, una simple falacia abstractiva. Claro, hombre. Por eso se han forrado los relojeros, sobre todo  los suizos; por eso se hacen pelucos de oro y por eso lo primero para lo que sirve un móvil es para mirar la hora, por eso; por eso he perdido tantas veces el autobús y, por eso, a mí me descuentan parte del jornal por llegar tarde al trabajo. Por la puRa entelequia.
Además, cuando el poeta toma la palabra parece que desaparece el derecho universal a la réplica y al diálogo, no hay por donde colarle un digo yo. Y no solo porque emplee esos términos tan raros que usa, que en identificar cada palabra tardas una vida y nunca lo consigues. No. Es que además habla tan deprisa que no aparecen las pausas en la que meter baza. Y si aun así la metes, alza la voz un segundo antes de que te salga el aliento y ni te escuchas lo que ibas a decir y hasta te parece una incongruencia. ¿Nunca se le seca la garganta? Nunca. Debe de tener instalado el manantial de saliva junto al disparadero de palabras. No se le seca nunca. Ni cuando habla del pasado ni cuando del presente ni del futuro. El tiempo, en definitiva.  Ese concepto  tan sencillo y que en su boca se convierte en el lío de la Santísima Trinidad, uno y trino. El uno es él, que no calla y el que trina soy yo.
Y al final, lo de siempre, un puro ejercicio de resistencia porque nadie, excepto él, comprende que el pasado es una tradición que se debe superar mediante la demolición de los símbolos caducos; que  el futuro es la puerta a la melancolía que siempre nos devuelve al pasado que teñimos de memoria; y el presente… Si hasta va a resultar que yo no soy yo ni vivo aquí ni apoquino el vino que se acaba de beber y que yo tenía reservado para celebrar… lo que a mí me diera la gana de celebrar. ¡Nos ha jodido con el tiempo! ¡Nos ha jodido el vino con el discursito del tiempo!
Pero al fin se ha ido, se ha acabado la verborrea, justo al llegar a los posos de la última botella, y vuelvo a ser un individuo inculto y feliz, salvo por lo del vino, que no piensa en el tiempo ni percibe la música del universo ni disfruta de la esencial oralidad humana, que también debe de ser otra guarrería, ni me comprometo con el provenir ni nada de nada. Que soy un ser apoético, vamos. Pues lo seré, lo seré y punto. Sin embargo  esta ha sido la última vez que me llama tonto, aunque sea con palabras inmarcesibles o inefables – estas las he buscado en el diccionario y las uso porque no tendré otra oportunidad de endilgarlas-. Esta ha sido la última vez que me bebe el vino invocando la esencia dionisiaca del mundo, que tampoco sé qué es, pero que me da que la alusión a otro como él, ese tal dionisio, otro vividor, otro aprovechado, es la justa para liquidarme el moje con el que tanto le gusta atufarse.
 La próxima vez  le suelto un sopapo y me ahorro el tostón y el mal sabor de boca que siempre me deja el dichoso poeta.

viernes, 17 de agosto de 2012

AQUEL EXTRAÑO


AQUEL EXTRAÑO

Entonces yo era un extraño en muchas vidas. Eso fue en aquel momento, al principio, antes de que el tiempo pasara a pertenecer a otros. Otros son, para que te enteres, esos que se adueñan de retales de tu vida, los que los guardan entre hojas de plástico; esos mismos que se saben de memoria la mayoría de hechos irreconocibles, anteriores a tu vida pública.

Después de eso, me tocó ser un extraño en mi propia vida. Un paseante a tiempo completo amarrado a mi brazo y al que cada día alguien, a quien jamás había visto, me informaba de cosas esenciales, que iban cambiando el sentido de mi propio mundo, ya imaginas, el mundo del que estaba permanentemente excluido. Fueron tiempos de preguntar constantemente para no apearme de la existencia, que pasaba a mi lado indecentemente veloz.

Finalmente han caducado todas las fechas y ya soy un extraño en la vida. Camino unos pasos detrás de mí, sin inmutarme. Me saludo con alguna sombra pasajera y rechazo amablemente a los que me dirigen algún gesto. Ya sé qué hago aquí, he llegado para acompañar a aquel extraño en su multitudinaria soledad.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Madrugada 878

Madrugada 878

Ya ves, inopinado compañero,

son las altas

horas de la noche,

y aquí, con estos otros

trazos, ando a vueltas,

estúpidas y eternas,

comprendiendo razones,

que no quiero.

Son las altas

horas inciertas ya, ves, compañero;

y voy de un desvelo a otro

desvelo, sanado de otoños nuevos,

en viejas primaveras convaleciendo,

sin algazaras recientes,

que no quiero.

Las altas noches, ves

inopinadas, compañero;

ya son horas más crecientes.

Y en aritméticas vigilias

calculo los cocientes, anoto sus productos,

miedo

de vencidas, inútiles prebendas,

que no quiero.

César Valle.

martes, 20 de marzo de 2012

¿Cuántas palabras cuesta la vida?

¡Pero todavía estáis aquí parados mirando a esta nada! ¡No es suficiente haber visto que ya se me agotaron las palabras! ¿Qué esperáis? ¿Qué venís a mirar alelados por si sucede lo que ya no va a suceder? ¿Cuántas palabras necesitáis para no volver aquí jamás?
Es posible que nunca contestéis (me trae sin cuidado) y os quedéis ahí, únicamente observando en callado, pérfido, acecho. Decidme si necesitáis alguna explicación al silencio; no la tengo, pero me presto a inventarla. Y será convincente. Será convincente como todas las mentiras. Será convincente como el misterio inexistente que esperáis desvelar. Será más creíble que si simplemente os digo que no hay nada que decir, que salvo dos trivialidades, nada se me alcanza que os pueda brindar. Sé que si dijera esto sólo alimentaría vuestras sospechas de que quiero ocultar algo que me devasta, o algo que me obliga a callar. Y, en cambio, es todo tan simple. No digo nada, porque nada de lo que diga merece ya la pena. Las palabras de la vida que tenía a mano han caducado, únicamente aguardo a oír las de otros, las de cualquiera. No lo dudéis, gasté las palabras de amor, si alguna vez las tuve; gasté las palabras de consuelo; perdí las que se dedican a los amigos y hasta las de rencor y odio. Me quedan, mirad, palabras que valen no más que para comprar pan, dar los buenos días y contar minucias diarias. Me quedan unas pocas palabras muy bonitas, pero que ignoro a qué las puedo aplicar. Por eso tampoco las pondré aquí.
Marchad, marchad ya. No esperéis nada. Si alguna vez vuelvo y escribo, espero no encontraros aquí. Marchad.

domingo, 1 de enero de 2012

YA ESTÁ AQUÍ.

Finalmente han traído el año. Casi en volandas nos lo hizo llegar una mujer alta, de gesto decidido y manos impacientes. Lo ha dejado en el suelo, sin ceremonias. Es un año ya empezado, poco agraciado pero con pinta de hacerse querer. Tiene un aire de torpe desvalimiento y un aspecto entre sorprendido e ingenuo. Se ha acercado al rincón donde se amontonan las manzanas reinetas y anda olisqueándolas.