jueves, 30 de diciembre de 2010

Me han dicho que se va

Me acaban de dar una mala noticia, muy mala. Me dicen que mi amigo, Orencio Garcés, se va. Que se está yendo de ese modo irremediable, que es para ruina del tiempo de los que quedamos. Y me ha vuelto el viejo nudo y no sé siquiera si podré acabar este texto. Mi amigo Orencio, es apenas cuarenta años mayor que yo, aunque nunca sentí esa diferencia ni ninguna otra. No sentí la diferencia amarga de su colección de sufrimientos y miedos; no sentí la diferencia de su sabiduría sencilla y generosa; no sentí la de su humor socarrón, de su sentir poético, de su bonhomía sin frontera. Sin embargo, en este mismo instante en que se me quiebran los renglones y los trazos se niegan a expresar el resto de sombras, acabo de ser consciente de los años que perdí por haberlo conocido tarde, por haber titubeado antes de franquearme con él. Hoy, siento de veras, tener oídos para conocer la noticia. Hoy, yo he empezado a irme un poco. Y basta.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Consejos

Siempre acabo preguntándome por qué doy consejos. ¿Por qué si no soy capaz de seguirlos, los doy? ¿Qué me hace creerme capaz de dirigir los pasos de alguien? Yo que sé que el viento del destino no da consejos y que ni la voluntad viene con manual de uso. Será por burlar aquella vieja regla de la inutilidad de las vidas no vividas, será por congraciarme con las sombras que regresan de melancolías pasadas, será por aceptar el derroche de fe fallida que me acompaña. Es la pregunta cuya respuesta todavía me adeudo y que, con suerte, aplazaré otro año en aras de futuros olvidos, hasta que al fin aprenda a no dar consejos para que la vida ajena se abra paso sin mi estorbo.

martes, 7 de diciembre de 2010

perdido bajo la luz


Tras tanto y tanto buscar,

de una en otra presencia

cansado, perdido bajo la luz

melancólica de las farolas

que me sacaban de la ciudad

cada atardecer,

intuí tu nombre con sabor a hierba.

Y cuando al fin te encontré

y supe que me esperabas

y alcancé el dulzor de tus palabras

y tus ojos despiertos a deshora,

estabas en el otro extremo del mundo,

en la otra esfera del tiempo.

lunes, 6 de diciembre de 2010

sin apenas conocerla.


Me perdieron sus ojos de lluvia

sin apenas conocerla.

Podría decir que fue una tarde gris,

una tarde de esas que maduran

en la rama más alta de la melancolía.

Y no fue así.

La conocí mientras repasaba,

adormilado,

las caras preocupadas observándome

a la luz cenicienta que se extinguía.

Sus ojos de lluvia me perdieron

y yo que la perdía

ando buscando su luz herida.

jueves, 2 de diciembre de 2010

No he llegado nunca a tiempo...

Sabes, crepúsculo, yo, a mi edad,

no he llegado nunca a tiempo de besar

la boca largamente equivocada

y sin embargo siempre me pesaron

los golpes contenidos de ira

contenida en bofetadas perdidas,

para poder contárselos, balance

de mi vida, a quien pueda interesar,

desde el lado derecho de mi banco.

Repasando el recuerdo, diré en mi descargo

que ella me amó pese a todo,

(paso página)

y no lo sabía, mientras agotaba

su historia infantil.

(leo entre líneas)

Me enfurece entre tanto el recuento

inacabable de las cosas

que ahora tampoco podrán ser.

¡A la mierda la espera!

Sabes, crepúsculo, su piel

se enfurecía, aromática y tierna,

cuando acometíamos las caricias secretas.

Y sus labios me rompían

pronunciando mis nombre de yeso,

mientras me acuclillaba temblando

entre sus espejuelos.

¡Sabes, crepúsculo, ahora soy viejo,

pero recuerdo que su pelo…