miércoles, 24 de marzo de 2010

Uno no pregunta nunca

Uno no pregunta nunca sobre los ancestros porque uno cree que del pasado familiar lo conoce todo, en general, y que no necesita saber nada más de esa realidad rancia e inoperante. Así que uno va por la vida como un ser único, ignorantemente único, poseído por una virtud insólita que le hace ignorar a los pretéritos y referirse a sus congéneres como “la gente”. Uno es feliz en el devenir diario porque el mañana es un continuo amanecer que avanza imparable desde los límites de los más llanos y verdes praderíos.

Y de pronto, en lo más alto del cielo más azul y brillante, uno ve aparecer una nubecilla que, por lo incómoda, bien pudiera considerarse una tormenta. Y es ello que del pasado prístino de mis predecesores ha emergido la figura de un abuelo que fue desbravador de reses imposibles para el ejército y después por un “no mires más a esa mujer” fue condenado por homicidio en rebeldía. Vivió en Camagüey y allí se amancebó sucesivamente con seis mujeres. Pendenciero, calavera, vividor y crápula, con toda seguridad, fue repudiado por consejo familiar y condenado al olvido más absoluto. No era yo solo quien ignoraba su existencia. Fue durante una de esas jornadas en las que hay que deshacer una casa cuando encontré un rimero de cartas, convenientemente atadas con un cordel encerado, con remite de los servicios postales de Cuba. Durante días leí las numerosas razones que daba a la abuela para que le permitiera volver a casa. Confesiones y súplicas encendidas de un corazón contrito, que no parecía convenir al trueno, que una letra femenina antigua había calificado en una esquina del sobre con un simple “del cabrón”.

domingo, 21 de marzo de 2010

ELLA TE HA ESCLAVIZADO

She look’d at me as she did love,
And made sweet moan.

Su mirada fugaz fue un dulce quejido que me traspasó los huesos. La sostuve el tiempo justo para imprimirla como la marca indeleble que el pasado regalaba a mi futuro. Y vuelvo a sentirla vibrando en mis centros, intensa antes de ser borrada por un pestañeo. Me mira de nuevo y desfallezco en sus brazos que nunca me sostuvieron, me pierdo en la dulzura de sus brazos, en la suavidad de sus dedos, en la lentitud de las caricias que se me negaron.
Su mirada fue una súplica para que le entregara mi deseo. Yo no la conocía de nada. Sabía que no volvería a verla, pero accedí. Y envuelto por completo de perdición, se lo entregué entero. Me lo arrebató con aquel pestañeo.
No he vuelto a verla. Nunca. Pero le arrebaté su mirada. Y yo sólo puedo mirarla aunque me haya esclavizado,

sábado, 20 de marzo de 2010

PERO YO NO QUIERO IR A VENECIA

- Pero yo no quiero ir a Venecia. Yo no te llevaré a Venecia.
- Da igual. Yo iré y tú te lo perderás.
- De acuerdo, me perderé Venecia. La asquerosa Venecia.
- ¿Por qué tienes que ser así?
- Di como siempre.
- Pues, sí. Lo digo. Como siempre.
- ¡Gracias!
- Tú y tu estúpida manía de estropearlo todo, de estropearlo, siempre, siempre todo. ¿Es que no puedes ser agradable por una vez? ¿No ser tan raro?
- Pues ya que lo preguntas, no.
- Lo ves. No puedo con esto. No lo soporto un minuto más.
- ¿El qué?
- Da igual, déjalo.
- Si de verdad te apetece.
- Lo que me apetece es vivir de una vez. Creo que tengo derecho a ser feliz, a que me hagan feliz.
- ¡Y yo te he hecho infeliz!
- Sí. Y es culpa mía por permitírtelo.
- En ese caso, me voy y te regalo una felicidad nuevecita, a estrenar. No hay nada más que decir.
- Vuelves a equivocarte. Hay mucho que decir. Hay mucho que aclarar.
- Pero no yo. Acabo de tomar una decisión.
- ¿Tú?
- No te molestaré. No te fastidiaré.
- Siempre eres tan drástico en todo, tan radical.
- Desde hace unos segundos, eso tampoco importa.
- ¡Ves! Por esto, por cosas como ésta, dije basta. Se acabó. Por eso te dije ya no te quiero.
- ¡Ah!
- No seas cínico, por favor.
- No soy cínico.
- Te dije: ya no te quiero... Y en realidad llevaba mucho tiempo sin quererte. Desde que tú dejaste de quererme.
- Nunca dejé de quererte.
- Pero si hasta me lo dijiste. Dos veces. Llegabas siempre con desgana y no cruzábamos ni una palabra, ni una sola palabra, sólo...
- Y tú decidiste que el silencio y el cansancio significaban "ya no te quiero".
- Es que era así. Lo notaba así. No eran sólo las palabras. Yo hablaba y hablaba. De tonterías, y tú, nada, ni media palabra. Me sentía... me sentía utilizada. Un cuerpo en espera y uso. Todos los días igual. Algunos gemidos, unos besos y adiós. No me querías. Si me hubieras querido...
- ¡Y tú que sabes si yo te quería y cuánto!
- Lo sabía. Lo sé.
- No tienes ni idea.
- Tú si que no tienes ni idea de lo que te pierdes...
(...)
(...)
- De todos modos ya da igual. Que seas feliz en Venecia.

jueves, 18 de marzo de 2010

EL LETRERO APAGADO

Nunca sabré por qué me atrajo el letrero apagado de aquel bar, pero mis pasos buscaban su puerta desde que crucé el puente sobre aquel resto de río, al otro lado de la ciudad. Caminé convencido de que no encontraría ningún local abierto. Todos. Todos estaban abiertos. Sin embargo fui pasando de largo por delante de todos ellos. No me atraía de ellos que estuvieran casi vacíos, que estuvieran tan llenos, que tuvieran tanto humo, que parecieran tan higiénicos, ruidosos, silenciosos. Excusas, excusas, excusas. Ahora estoy convencido de que instintivamente caminaba hacia aquel bar. Mis pasos siguieron todo el tiempo una ruta inequívoca, que no marcaba yo. Con pasos de autómata subí la cuesta con una ligereza próxima a la ebriedad. Los pies leves y rápidos me llevaban, sin un roce apenas, por los secretos raíles que esquivaban a la muchedumbre que atiborraba aceras y calzada. Armados de botellas, vasos, extraños recipientes de plástico, indefinibles contenedores de líquido ocultos en bolsas sin publicidad. Bamboleantes seres babeando frases ininteligibles, estúpidos tentetiesos que peroraban a gritos, beodos convulsos y hediondos exhibicionistas de vómito y orina. Detrás de todos ellos se abría la puerta con una oscuridad a prueba de deseo. Pero entré. Nunca sabré por qué. Y sucedió. No me arrepiento, no me preocupa que sucediera sino no saber qué me dominó y me llevó hasta allí.

domingo, 14 de marzo de 2010

POR MI LADO

Bebí el último sorbo de café. Éste ya no me quemó los labios. Doblé el periódico y lo dejé sobre la barra "La crisis sólo afectará al 40%..." La calle estaba casi vacía bajo un cielo de claridad cenicienta. No olía a queroseno, todavía no. Un atisbo de brisa soplaba en mi dirección. Caminé hasta la plaza y me detuve en el escaparate de la floristería. Miré un pequeño ramo de flores azuladas, que ni siquiera sé cómo se llaman. Sonreí. Bordeé la plaza. Torcí en la esquina de la calle Roma y un cosquilleo se me instaló en la base del esternón. Era como el resto de una ráfaga de nostalgia y de curiosidad. Me giré hacia atrás. Nadie. Otra vez estaba mirando un escaparate. Destacaban dos bolígrafos caros. Me ensimismé. Se alzó otra vez la brisa. Me giré. El resto de una sombra que había pasado por mi lado doblaba la esquina en dirección contraria. De nuevo el cosquilleo, esta vez más fuerte. Me quedé mudo. Siempre que esto sucede me quedo mudo. Había vuelto a cruzarme con mi destino.

jueves, 11 de marzo de 2010

POR SIEMPRE JUEVES


Amanece. Paredes absurdas brillan

temprano, escarchadas de jueves,

muy limpias, de envidias,

de sueños descarados.

Por allí entra una turba

de amas de casa. Las sucursales

se inflaman con cólera bancaria.

Extraen de sus cuentas, la muerte fulminante,

el monto amargo: a tanto findemés

y pago en carne, saldo final,

otro jueves deplorable.

De las tabernas, también, caen

rezumos agrios y fulgores

humillantes, furias

de pasiones inertes

que a todos nos hacen

más jueves.

miércoles, 10 de marzo de 2010

CALLE DE LA DELICIA


Hoy es una calle teñida de viernes

y de sollozos perdidos

hasta el amanecer.

Fluye un resto de charco negro

en el cobalto parpadeante.

Es un viernes permanentemente

vacío, otro resto de arcadas,

es el final de la fiesta.

Hoy es otra vez aquella ciudad

que huye, entre alaridos, de su pesadilla

y es un compás perdido,

un taconeo profundo,

la afonía de un grito.

Amanece la pálida púrpura,

bruñida de edificios,

brama la calle con la misma

hediondez .

Hay pasos otra vez llevando,

trayendo, subiendo, bajando

despojos de viernes.

martes, 9 de marzo de 2010

CASTING PARA INOLVIDABLES E INDISPENSABLES I

EL NENE SEVILLA

¿Queréis que os cuente quien fue el Nene Sevilla? No tiene ningún misterio, fue un muerto de hambre que decidió meterse en esto de los asesinatos por encargo. Lo normal cuando uno tiene las hambres acumuladas de siete de familia, incluyendo a mayores dos cuñadas y una sobrina ciega. Lo normal cuando a las dos de la tarde arreciaban los reproches en vez de aparecer la comida. Yo no soy ningún inútil. ¿Tú? ¿A quién vas a matar tú, Nene Sevilla? ¡Cómo no sea de un susto al verte! Porque tú eres un rato feo, Nene Sevilla. Y flojo, muy flojo, hijo; hasta entre las sábanas, que ya no sé si darte un beso o hacerte el boca a boca. Yo… ya lo veréis. Voy a preparar una carnicería. Y me abro que no quiero…

El Nene Sevilla tuvo mala suerte porque toda su familia, cuñadas incluidas, le daban a la lengua en cada calle, por las tiendas, en las colas del paro y siempre contaban lo bragao que era el Nene Sevilla. Este, decían, va a cometer un crimen tan grande que va a pasar de barbaridad p’arriba. ¿Por venganza? ¡Que va! Por la Plaza Mayor o por las Delicias. ¿Por encargo? ¡No! Pa solucionar la vida. Pero ¿él solo? O con su organización o con su banda o con un comando. ¿Y no tiene miedo? ¿De quién? Si esto que hace es secreto y no lo sabe nadie y menos que nadie, la policía.

El Nene Sevilla se fue a beber cerveza barata, como cada día a un bar de las afueras que le pagaba así que cargara las cajas y los bidones, limpiara el almacén y fregara el pequeño patio trasero. Se cortó la mano derecha con un cristal de botella que no vió. Soltó un juramento y se limpió en la camiseta la mano renegrida. Al Nene Sevilla lo detuvieron en esa misma cantina, lo acusaron de un crimen atroz al final de las Delicias, un político muy célebre. Le golpearon la cabeza contra el suelo al detenerlo. Fuiste tú, fuiste tú, eh Sevilla. ¿Yo? ¿El qué? Fuiste tú. Toda la ciudad lo sabía. Ibas a hacer algo grande. Muy sonado. Se contaba por cada esquina. Yo sólo he descargao cajas y bidones. ¿Y esa sangre en la camiseta? De la mano, me corté con una esquirla. Pues prepárate por la que se te viene encima.

El Nene Sevilla empujó al policía y echó a correr pero estaba torpe y lo bastante borracho para no oír que le echaban el alto. Corrió casi hasta alcanzar la esquina, dio una voltereta de gato y se quedó sin aliento panza arriba con cara de asustao sin saber por qué se le había ido la vida.

domingo, 7 de marzo de 2010

PERO JUSTO ESA ES

Estoy agotando todos los títulos posibles para historias que seguramente ya no escribiré. Acabo de desechar treinta y dos y he de reconocer que al menos cuatro no estaban mal. Mi amigo Juan, y único lector, me dice que esto es un derroche de energía innecesario, que basta con que nunca escriba las historias y ya está. Pero yo sé que no es igual, porque si no me deshago de todas esas palabras y frases, como puedo estar seguro de que pretendía escribirlas. Mi amigo Juan, y único lector, me dice que lo que tengo que hacer es escribir historias, no borrar títulos. Dice que debo mirar al lado positivo en el que un lector como él mismo pueda disfrutar con asuntos y argumentos que a él no se le ocurrirían. Dice que debo pensar en historias que empiezan, siguen y acaban. Las bonitas historias de toda la vida. Y resulta que ya solo tengo resuelta una historia, pero justo esa es la historia más cruda de frontera, la de la frontera misma y todavía no he encontrado el valor para escribirla.

jueves, 4 de marzo de 2010

CRÓNICA DE DESASTRES

Por no andar en tópicos otra vez, no voy a anotar aquello de que el resumen de la vida está en lo que se lleva. Así que empezaré de nuevo. El resumen de la vida suele ser un libro mayor de asientos truncados y un libro menor de recetas, consultas, padeceres, intervenciones, convalecencias, revisiones, rehabilitaciones. Lo que se llama un historial médico.

En el libro mayor constan por estricto orden todos los fracasos, desde la primera bravata adolescente hasta la última amistad que se ha dado de baja mediante silencio administrativo, que es un método muy español. Por apartados figuran: los sueños no alcanzados, las promesas incumplidas, las espantadas, las rendiciones.

Lo peor de todo es caminar cada día con ese mamotreto abundante que rebosa de nombres de antiguos amigos, como un cementerio bélico: Desaparecido el tantos de tal. Lo peor es el eterno regreso a puntos perdidos en el desembarco de esta batalla de la vida: “cuando yo era niño”, “recuerdas aquel verano de nosecuántos, a ti te estaba saliendo el bigote”. Es un no parar de mirar huellas fosilizadas, fotos de peinados irreconocibles, alardes del “con lo que yo era” o “aquello si que fue”.

Pero la vida, me dice mi amigo Rafa que ya está de vuelta de todo, no es una batalla, es una derrota, un desastre a plazo fijo que no tiene solución. Y siempre acabamos brindando por los que no hemos vuelto a ver.