Carta a mis amigos
Os pido disculpas por la desaparición. Hubiera querido ir a recorrer las orillas de Ceide en otoño, pero cometí el error de volver a mi pueblo. ¡Tan bonito! ¡Tan despoblado! Con aquella casa vacía y restos huecos por todas partes, y frío, un frío viejo y desdichado. Por un paseo de una hora, semanas de melancolía. Cosas de la serotonina, según he oído decir. Después, he andado a escobazos con todos aquellos fantasmas. Y lavándome la melancolía de las manos y del bolígrafo.
El resto es otro intento de escritura que probablemente se llamará “Misericordia, 13, entresuelo”. O algo así si es que llega a verse acabado como tal. También he aprovechado para leer un poco. Algo de Eduardo Mendoza, otro libro de un autor poco conocido (otro aspirante a worstseller y algunos poemas antiguos de Luis Miguel, pocos, mezclados con un dedal de ginebra y restos de jazz que aparecieron en una emisora al azar.
En fin, disculpadme pero es noviembre, y noviembre siempre me la juega. Se lo agradezco porque me devuelve a la realidad, a esta realidad que no contiene ningún otro mes, ningún otro instante. Es como una cura que, a cambio, me permite disfrutar de olores, de sabores, de… del reino de los sentidos en pleno. Lo malo es que ese disfrute cada vez tiene más que ver con recuerdos que con realidades. Ley de vida, supongo.
Os pido disculpas, amigos, pero he vuelto, porque no me ha quedado más remedio que volver.
5 comentarios:
Te noto un poco... Venga, ánimo.
Pues sí, Avellaneda, la vida es recuerdos. Pero no todos del pasado. Algunos son los recuerdos que uno va construyendo ahora para acudir a ellos de acá a veinte años. ¡¡¡Que sean ésos los mejores!!! Te lo deseo de verdad Graciela
No es nada, no es nada Luis, amigo, sólo un poco de tontuna infantil pero creo que se me está pasando, y esta vez sin un cachete ni un mosquilón picante.
Si tú lo dices, Graciela, me queda claro que veinte años es nada y te emplazo para cantar esto en una plaza de otoño con un vaso de vino y feliz la mirada
Si, debe ser noviembre, y todos debemos volver a la realidad, al deber, a vivir lo que tenemos, no lo que deseamos, a ser coherentes con nuestros principios, aunque nos pesen tanto......a seguir viviendo de recuerdos, de lo que pudo haber sido y nunca será , porque no debe ser, porque nunca debio ser.
Vaya, Mafalda! Que hasta yo soy capaz de ver salir el sol otra vez. Como dice Luis Miguel: Venga, ánimo. Siempre nos quedará Ceide.
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