Dice César Valle (y a mí no me toca creerlo) que este poema es para quien lo identifique primero. Que es como un premio, vaya, o algo de eso. Que tiene destino en una persona (que aquí no se nombra) y esta debe reclamarlo primero enviando su título, por ejemplo, en un correo.
¿Le he preguntado a la lluvia?
¿Por ti?
Seguramente, no.
Pero en los cristales, el aguacero
ha escrito, a borbotones, cinco,
cinco, no más, deseos.
Decían (ilegible),
no vengas que te espero;
olvídame eternamente cada día;
repito, repito, repito, repito,
ya no te quiero;
desespera, porque nunca
sucederá esto.
Lo leí en los cristales ayer,
en un descuido,
con las yemas de mis dedos.
3 comentarios:
Yo lo llamaría "Mi carta en tu cristal", porque de cristal parece este poema tan frágil, tan de agua, tan de lluvia y tan de ausencia. Un beso desde mi propia lluvia, del otro lado del mar Graciela
Los cristales pueden ser muy crueles:dan la impresión de no existir, mostrándonos aquello que queremos pero, en cuanto nos acercamos a tocarlo, aparecen como de la nada y nos cortan el tacto (y la ilusión) en seco.
Hacen que algo sea lejano y cercano a la vez. Y en ellos queda la marca de nuestros dedos. Y en nuestros dedos queda también un sabor, insípido, por el intento de conseguir aquello que queremos.
Noemí
"Para Ángela"
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