Platadilla tiene tres clases de hierbas no comestibles para ninguna especie, una larga murallita de piedras desiguales que a cada rato bajan a buscar las zarzas y un árbol que creció, contra toda probablilidad, en el único sitio que no se le esperaba.
Platadilla no es un praderío, ni un predio, ni una cota, ni un pago. Es el país donde siguen ocurriendo las invasiones agraces de los dientes de leche y de la escarlatina. Es la tierra prometida adonde llegan casi nunca tantos éxitos imprevistos.
Yo soy de allí, estoy allí, habito allí y ya no he vuelto a vigilarla desde las almenas septentrionales. No os espero.
3 comentarios:
Siempre es mejor tener una tierra prometida que una promesa enterrada...
Mi tierra prometida es tu tierra, Maestra. Mi promesa está enterrada en Platadilla.
Gracias por tu fidelidad.
Según lo describes, es un oasis perdido entre la nada, un rincón donde esconder los llantos y un espacio de idilios insospechados...Ahí,ahí hay que colocar la escultura que te gusta.
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