En el ir, las cofias abrillantan los cristales de la galería que miran al pinarillo de Vaciamorales. En el venir, las cofias secan y disponen la loza en los vasares y las cuberterías de alpaca, recién lustradas, sobre los lienzos espesos. Toda la mansión templa piedras y caldea ambientes, del vestíbulo a los desvanes, de la biblioteca al cenador de deshoras.
Se han encendido los faroles del caminillo de la carretera y el guarda tras la cancela espera la llegada de los cocheros que salieron hace varios amaneceres con sus galeras y coches de punto urgente. En la carretera no suenan hierros ni pezuñas ni juramentos ni voces. La loma está despejada. Las nieblas duermen en lo profundo de los arroyos.
La Hubiera se enciende sobre el pardo del anochecer. Faltan pocos días.
2 comentarios:
Guardame una habitación en La Hubiera, para el caso de que yo fuese, Avellaneda. Un beso Graciela
Ya estás en La Hubiera.¿No lo sabías?
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