lunes, 22 de febrero de 2010

Un hombre feliz suplica a las tinieblas

Un pie tras otro y otro, otro y otro,

ya está.

Ha llegado puntualmente

un hombre.

Es la hora del abismo

feliz.

Ahueca las manos,

suplica.

Las dedos en su gurruño juegan

a las tinieblas

y se detienen donde el perfume

de los desvíos

rompe en espumas

sus filos

y los ángeles huecos penden

de sedas,

tramas letales del destino.

3 comentarios:

Noemí Carro Sánchez dijo...

Vaya, nunca pensé que un hombre feliz pudiera suplicar... y menos a la nada!

AVELLANEDA dijo...

Tópicos, tópicos. El placer y la felicidad no siempre siguen los mismos caminos. Por suerte los seres humanos somos siempre diferentes a como nos pintan los tópicos y a como nos ven las estadísticas. Los hombres felices suplican, los tristes mandan.

Noemí Carro Sánchez dijo...

No mandan los tristes, mandan los infelices. Y los siguen los ignorantes.