¿TANGO MACHISTA?
Se acusa al tango de danza machista, pero ese análisis deja de lado sutiles realidades que conviene conocer.
Es real que la mujer en el tango debe estar absolutamente entregada a respetar las delicadas indicaciones del varón que la guía.
Ella debe interpretar sus intenciones y asumirlas en fracciones de segundos, sin oponerle resistencia alguna.
El hombre conduce y la mujer le sigue, adivinando casi, sus deseos. De no ocurrir esa simbiosis mágica, un baile tan lleno de alternativas, figuras, y dibujos ensortijados como es el tango, se convertiría en una torpe sucesión de forcejeos.
Dije ya, que el hombre guía, pero debe saber hacerlo, y ése es el secreto, que sólo quienes lo bailamos entendemos cabalmente, y por eso podemos decir que no es una danza machista.
Al contrario, el tango desnuda en el hombre todas las aristas de su sensibilidad, como ninguna otra danza.
Primero, porque debe estar siempre atento a proteger a su dama, él la desplaza por un salón lleno de parejas, creando con su abrazo un espacio seguro en que la envuelve, sin permitir que otros la rocen.
Es el que busca los espacios, pues ella casi siempre está retrocediendo.
Pero no es eso lo importante. Lo que hace del verdadero tanguero, un galán considerado y gentil, es la imperiosa necesidad de saber conjugar cabalmente la fuerza justa para transmitir el pedido de un movimiento dado, con la extrema delicadeza requerida para no desbaratar la magia del momento.
Un roce ligero de la mano, o de las puntas de los dedos apenas, un movimiento muy sutil de la muñeca, un pie que se estira para detener un giro, o un torso que se inclina para inducir la respuesta de un balanceo del talle, todo debe ser firme y neto para que la mujer comprenda qué se espera de ella, pero también amable, suave, nunca intrusito; siempre considerado, nunca una agresión
.Y entonces se da la magia, y los complicados dibujos de la danza fluyen naturalmente sin rupturas, sin titubeos. Por eso digo que el tango bien bailado no es machista. Porque la mujer sólo complace al hombre cuando él genera, de manera sutil y siempre amorosa, un espacio en el que hacerlo, produce una gozosa conjunción para ambos.
Se acusa al tango de danza machista, pero ese análisis deja de lado sutiles realidades que conviene conocer.
Es real que la mujer en el tango debe estar absolutamente entregada a respetar las delicadas indicaciones del varón que la guía.
Ella debe interpretar sus intenciones y asumirlas en fracciones de segundos, sin oponerle resistencia alguna.
El hombre conduce y la mujer le sigue, adivinando casi, sus deseos. De no ocurrir esa simbiosis mágica, un baile tan lleno de alternativas, figuras, y dibujos ensortijados como es el tango, se convertiría en una torpe sucesión de forcejeos.
Dije ya, que el hombre guía, pero debe saber hacerlo, y ése es el secreto, que sólo quienes lo bailamos entendemos cabalmente, y por eso podemos decir que no es una danza machista.
Al contrario, el tango desnuda en el hombre todas las aristas de su sensibilidad, como ninguna otra danza.
Primero, porque debe estar siempre atento a proteger a su dama, él la desplaza por un salón lleno de parejas, creando con su abrazo un espacio seguro en que la envuelve, sin permitir que otros la rocen.
Es el que busca los espacios, pues ella casi siempre está retrocediendo.
Pero no es eso lo importante. Lo que hace del verdadero tanguero, un galán considerado y gentil, es la imperiosa necesidad de saber conjugar cabalmente la fuerza justa para transmitir el pedido de un movimiento dado, con la extrema delicadeza requerida para no desbaratar la magia del momento.
Un roce ligero de la mano, o de las puntas de los dedos apenas, un movimiento muy sutil de la muñeca, un pie que se estira para detener un giro, o un torso que se inclina para inducir la respuesta de un balanceo del talle, todo debe ser firme y neto para que la mujer comprenda qué se espera de ella, pero también amable, suave, nunca intrusito; siempre considerado, nunca una agresión
.Y entonces se da la magia, y los complicados dibujos de la danza fluyen naturalmente sin rupturas, sin titubeos. Por eso digo que el tango bien bailado no es machista. Porque la mujer sólo complace al hombre cuando él genera, de manera sutil y siempre amorosa, un espacio en el que hacerlo, produce una gozosa conjunción para ambos.
La foto es una cortesía de la autora, que demuestra que es una conocedora con causa.
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