Camina pausadamente entre los filos de las rocas. De pronto, se detiene mira con detenimiento una pequeña formación mineral, la roza, la golpea y se queda un momento en suspenso. Cuando se incorpora, parece más alta que antes. Lleva entre las manos unas lajas y un puñado de tierra. Entonces sonríe, inclina la cabeza, se balancea y comienza a bailar rítmica, enérgicamente. Solo ella atiende la danza del planeta. Un tango. Y baila, y baila.
Entre los humos que despiertan el pueblo se oyen los ladridos de los careas que ya apuran la vida en los corrales. Despiertan algunas voces, muchas toses y un creciente batir de puertas y ventanas.
La Maestra alza la mano y dibuja, exacta, la silueta de la sierra blanqueante que se asoma tras las cortinas de niebla. A sus espaldas alguien pregunta ¿Eres tú, Maestra? ¿Cuándo llegaste?
3 comentarios:
¡Dios! ¡Qué gran lírica y misterio encierra este escrito! Cada vez coincides mucho más con mis sentimientos etéreos...aunque te hayas perdido por las atmósferas, sigo esperando ansioso tu entrañable felicitación tan habitual en estas fechas.
¡¡¡Guau!!!! ¿Puede ser la Maestra quien yo pienso? Entonces bailaré mil tangos en la posada esta noche. No falten a La Hubiera, que hasta me atreveré al Pasodoble. Esta lírica no se agradece con un beso, vayan pues miles. Graciela
¿Y lo dudas? La Maestra eres tú, querida Graciela. Ya siempre lo serás. Más ahora que andas alojada en La Hubiera, paseando por las veredas de Platadilla con don Carlos Dickens, y platicando sin parar. Estás por derecho propio, pero me quedo con todos los besos que me has enviado.
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