Te condeno a no medir en mis ojos
la profundidad de las miradas
con el palpitar lento de tu boca,
con el sabor y las benditas cegueras.
Tenías razón, al final, no me conoces,
no me verás tal como yo era,
únicamente real en el perfil
de la oscuridad, cuando llegabas
con tu frenesí de mareas antiguas.
Y ese yo se fue convirtiendo en este ahogado,
un residuo de las nieblas largamente paseadas;
azules, nieblas azules, devastadoras
de los filos cómplices que nos ganaron.
Te condeno, eternamente, a vagar
lejos de este glaucoma azul,
por los restos de los restos
de identidades anónimas.
Permanecerás en la frontera del rencor,
sin entrelazar los dedos en la humedad
cálida de mis yemas. Nunca. Nunca más.
Y tampoco te importará.
7 comentarios:
Con esa condena soy yo la que me muero.
¿Por qué?
Eso es lo más cruel. Cuando nuestros olvidos ni siquiera importan.... Un beso Graciela
Hola, Graciela. Yo creo que no hay crueldad en un olvido.
Abrazos
Avellaneda
Me da miedo haberme engañado y ver que esa realidad es la real y no el mundo de felicidad que he vivido hasta ahora. No lo creo verdadero, ahora en estos días un poco más oscuros me resulta más peligrosa la idea de que lo negro haya sido más negro que lo que lo consideré... es la debilidad de la melancolía, frustración y miedo que hace magnificar las sensaciones negativas, como la alegría magnifica la felicidad, y viceversa.
¿que no hay crueldad en el olvido??? Recuerdo una canción, no se de quien,,, "odio quiero más que indiferencia"
Pues yo creo que no hay crueldad en un olvido, digan lo que digan las canciones. El odio es empecinamiento insano, posesión, maldad; el olvido es el escape necesario.
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