viernes, 27 de marzo de 2009

DEL DIARIO DE BUENAVENTURA BOISÁN


EXTRACTO DEL DIARIO DE BUENAVENTURA BOISÁN

 

Aunque me ha costado varios días y no pocos martinis aceptarlo, al fin puedo escribir que sé que soy un experto en perder amigos. No en perderlos de un modo moral o espiritual no. Los pierdo pura y llanamente. Lo supe la primera vez que me crucé con uno hace dieciséis años y no me saludó y yo no me paré y el no se volvió y a mí no me quedó ni un rastro de pesar. Seguramente esa no fue la primera vez que perdí un amigo, pero si la primera vez que yo fui consciente de ello. Después siguió un rastro perdidas sin consignar en la memoria; más que pérdidas eran simples desvanecimientos, yo creo. O usurpaciones. Puede que fueran usurpaciones. Alguien se encaprichaba con un amigo ya hecho, con un trato curtido y aparentemente fiable y se lo llevaba como en una ventolera de verano. Yo ni siquiera notaba los huecos que iban dejando las amistades perdidas, bebía un poco – casi siempre martini al modo del norte – y ni me daba cuenta del desahucio producido en mi vida social.

 

Pero lo terrible llegó con el teléfono móvil. Primero tuve que sufrir la presencia de un aparato mudo – mejor digo afónico- que olvidaba transmitirme llamadas sorpresivas de amigos en apuros o con ganas de darme una sorpresa o de contarme a deshora lo bien que se lo estaban pasando nosabíandónde. Lo solucioné buscándome unos amigos de conveniencia que me telefonearon según lo convenido hasta aburrir. En realidad, conseguí lo que pretendía y pronto los otros amigos comenzaron a llamar a su estilo, por razones urgentes que inmediatamente se volvían peregrinas. Después… después de algún tiempo, el teléfono empezó a escasear las llamadas y finalmente se secó su timbre. Lo desarmé y llegué justo, justo a tiempo de ver como el último amigo se me iba cobertura abajo. No he vuelto a conectar el teléfono.

 

Este es el tercer martini ¡Qué asombrosos son los martinis con el limón reventado al estilo del norte! Mientras bebo pausada, pausada, pausadamente veo pasar por el fondo de los hielos la retahíla de los amigos perdidos. Es interminable. Pediré el cuarto martini y dejaré de escribir esto. Escribir me marea.

1 comentario:

Graciela L Arguello dijo...

Escribir me marea.... Jajaja! Está bueno. Como aquello de "me hace mal el tomate" (el tomate... un vino, tomate otro...)Un beso Graciela