
Llega la Navidad. Ya no hay ristras de deseo de Felices Pascuas. Ahora abunda ese tormento de mensajes envueltos en pitidos penitenciales, fruto de un concurso infinito y planetario para repetir la mayor estupidez elevada al menor índice de deseo sincero.
Pero llega la Pascua y retornan efímeramente mis 11 años aún no estrenados y aquel encuentro con Dickens. No Dickens de Cuento de Navidad, Dickens de David Copperfield. Además en la vieja editorial Ramón Sopena. Y yo estuve convencido durante varios años que había leído la novela completa y sólo había conocido la primera parte, pero me satisfizo tanto...
Cada Navidad desde entonces vuelvo a ese Dickens del pequeño David con el que yo solo compartía la niebla ambiental en la última luz de las vísperas de la Pascua.
Y este año, retornaré
1 comentario:
¡Sí, sí, sí! Yo también atesoro como una de la más bellas vacaciones de mi infancia a aquélla en la que descubrí a Dickens a través de ese preciso libro.
Fue cuando dejé de protestar ante la consigna de esperar a que "nos bajara la comida" para ir a jugar al sol, o meternos en el río. Ya no era la siesta una hora de tedio: era mi cita con David, y ¡cómo la disfrutaba!
Gracias por el recuerdo. Te estoy linkeando en mi blog, un abrazo. Graciela
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