Por si tú quieres. Te sugiero algo sobre un libro. Te sugiero que me sugieras otro. Te sugiero volvernos librescos, o simplemente leer. Te sugiero ignorar planes para leer. Te sugiero perdernos entre las páginas de ese mundo caduco y real que es distinto aunque lo caminemos juntos. Te sugi...
jueves, 30 de diciembre de 2010
Me han dicho que se va
lunes, 27 de diciembre de 2010
Consejos
martes, 7 de diciembre de 2010
perdido bajo la luz
Tras tanto y tanto buscar,
de una en otra presencia
cansado, perdido bajo la luz
melancólica de las farolas
que me sacaban de la ciudad
cada atardecer,
intuí tu nombre con sabor a hierba.
Y cuando al fin te encontré
y supe que me esperabas
y alcancé el dulzor de tus palabras
y tus ojos despiertos a deshora,
estabas en el otro extremo del mundo,
en la otra esfera del tiempo.
lunes, 6 de diciembre de 2010
sin apenas conocerla.

Me perdieron sus ojos de lluvia
sin apenas conocerla.
Podría decir que fue una tarde gris,
una tarde de esas que maduran
en la rama más alta de la melancolía.
Y no fue así.
La conocí mientras repasaba,
adormilado,
las caras preocupadas observándome
a la luz cenicienta que se extinguía.
Sus ojos de lluvia me perdieron
y yo que la perdía
ando buscando su luz herida.
domingo, 14 de noviembre de 2010
La mancha
Esta tarde, en la consulta del especialista, he sabido el resultado del análisis final. Las manchas que se extienden por todo el costado presentan unos bordes bien definidos; ya no cabe duda, la perfecta cristalización de la envidia era lo que en los tres últimos años había favorecido la falta de aristas y me había librado de sus punzadas. Llegué a olvidarme por completo de ella.
Los cristales se han roto. He vuelto a notar que los fríos desesperados de la antigua envidia me abrasan, que cientos de hirvientes llagas diminutas, de esas de espejo viejo, se me han instalado en el alma. Dentro de unos días la infección acabará el proceso y ya …
No. No consta cuál es la causa. Aunque tal vez sólo es que los médicos no lo dicen todo. O no lo saben todo.
domingo, 4 de julio de 2010
DOÑA AURITA, MI MAESTRA.
Doña Aurita, mi maestra, que era muy recta nos hizo llorar una tarde de nuestros siete años. Doña Aurita, mi maestra, que siempre nos hablaba dulcemente, en voz baja, nos gritó desaforada aquella tarde. Entre tanto grito, comprendimos que el motivo del enfado de doña Aurita, mi maestra, era que habíamos ofendido a Dios. Aunque yo no había visto nunca a Dios, lo había ofendido y esa posibilidad de ofender a alguien con tanto poder y sabiduría, y que estaba en todos los sitios, aunque yo no lo viera, me asustaba con una congoja que yo no era capaz de confesar a nadie. Aquella ofensa que según doña Aurita, que era mi maestra, yo había inferido no sólo había sido horrible, sino irreparable, porque yo no tenía ni idea de cuál había sido ni sabía qué había que hacer para borrarla. En casa andaba mohíno, con los amigos hablaba casi en secreto, como a punto de pasar definitivamente a la clandestinidad pecadora, recelaba de que alguien me pudiera señalar como el culpable de la tristeza de Dios, de la cólera de Dios, de la venganza de Dios.
El domingo de esa semana, el cura trajo la solución durante la misa. Todo había sido culpa de algunos chicos, cuyos nombres no se supieron nunca ni tampoco que yo estaba entre ellos, que habían pasado junto a la iglesia hablando fuerte. Pero Dios que era magnánimo y bueno, perdonaba aquella ofensa.
Yo llegué a varias conclusiones. Para ver a Dios o comunicarse con él había que ser cura o maestro. No se podía hablar a gritos cerca de una iglesia. Dios, cuando se enfadaba, se enfadaba con todos y te asustaba de manera mortal. Y por último, que yo era alguien importante, tanto que le di un quebradero de cabeza a Dios y que aquello pudo significar el fin del mundo. Y eso, a partes iguales, me producía susto y vanidad.
Si doña Aurita, que era mi maestra, viviera, sufriría de nuevo con pesadumbre y tristeza infinita al ver que yo, ayudado por los jubilados, pensionistas, enfermos, menesterosos, obreros sin cualificar, he sido el causante de la crisis económica mundial. Lo dicen los bancos, los mercados financieros, los corredores de bolsa, los multimillonarios, los grandes inversores, el banco central europeo, los lobbies, las multinacionales. Y esos lo saben, porque ven a la Economía y pueden hablar con ella. A mí sólo me queda, pedir perdón, pasar a la clandestinidad o apechugar y pagar esa crisis mundial que he causado. Los políticos, que son muy buenos, nos han prometido que por un poco más de sueldo, solucionarán esto en una docena de años, o tres, y que por un coste adicional de tocientosmillonesdeuros nos permitirán ver fútbol en la otra punta del mundo que eso es lo mejor para quitar las crisis. ¡Qué buenos e inteligentes son! Seguro que además ellos también ven a Dios y comentan con él. Espero que no les cuente lo mío.
¡Ay, si doña Aurita, mi maestra de los siete años, me viera! Diría, como don Jorge Luis, que soy incorregible.
jueves, 1 de julio de 2010
CANTO AGRÍCOLA
viernes, 23 de abril de 2010
A D. Miguel de Cervantes, en este día que dicen
Te escribo otro año más en este día que dizen de tu fama, para significarte cuánto echo de menos esa tercera parte de tu Ingenioso, que nunca llegaste a prometer y que yo no me atreví a escribir tampoco. De este mundo sin fama ni fortuna, ni gloria tampoco, no puedo contarte cosa que merezca cuidado. Si acaso, que han vuelto a dar otro premio en tu nombre, los que no lo merecen, a alguien que seguramente lo merece. Los mercedarios se han ido y los moros han vuelto. Las bachilleras pululan en las aulas y los bachilleres lacazanean en los prados (parece ser que a unos y otros la hierba les gusta mucho) y a ambas especies la universidad que, sicut nefasta res abundat, las sigue surtiendo de fiestas, francachelas, borracheras, ínfulas y bobería. A muy buen precio, eso sí. Del ejército, pues me preguntas, te diré que está aquí y acullá, y que va, y que viene, pero no ha vuelto a procurarnos una sola ganancia ni territorio ni efeméride que valga recordar; y a lo que creo ello se debe a que estos más que Tercios, dirías tú que son cuartos. Como sabes, yo ya ando retirado de la corte y sus paseanzas pero por alguna noticia te digo que con todos sus prohombres y promujeres, sus faldumentas, parécemes y ofréceseos, sus culos prietos y sus bocas mofas, más que corte es ya cortea, y aún corteas pues que son tantos los que mandan y maltuercen que me cuesta encontrar a los súbditos puros.
En lo tocante a escribir sólo me queda alabarte que a tiempo dejaras el empeño, que ahora de tu libro y tu sudor sólo sacarías un veinte por ciento, y sobre ese el fisco que tiene boca de fraile y necesidad de obispo te sangrara unos buenos diezmos. Del ochenta restante haclales a impresores, libreros, almaceneros, representantes y demás patulea que se jactan de su impericia en ese patio de Monipodio que empezó siendo casa de edición y ya anda por galaxia guttemberg y puede que llegue a universo mundo de “desahogaos” y gestores. Que tú merced hoy no alcanzaría ni para una feria del libro o un plan de lectura.
Disculpa que no me extienda, pero es día de tu gloria y no quiero colmarlo con afanes del siglo, que de mozas ligeras, querellas de juzgado, amoríos desairados e hijos sin padre supiste tanto como hoy se sabe, pero escribiste menos de lo que hoy se escribe, que servicio de badajo y refajo, de culambres y follonías es la única afición que da largos beneficios en esta tu tierra, más que ya no es tierra para Alonsos, Aldonzas ni Sanchos, sino para que viva y medren Celestinas, Justinas, Maritornes y toda una bandada de pichones cimbéles.
En otra, admirado D. Miguel, seguiré contando de cuantas razones avalan que no volváis, que paz suficiente gozáis en esa tumba que no voy a señalar.
Vuestro, affmo.
Avellaneda
jueves, 8 de abril de 2010
DESCUBRIÓ QUE EL AMOR
lunes, 5 de abril de 2010
La actuación, I
Hizo frío durante todo el día. Las bocanadas de aire que bajaban desde el Paso de la Yegua eran en las calles una sola ráfaga afilada, que impedía a los habitantes del pueblo las respiraciones largas. Hacia las cuatro de la tarde, cuando el sol se posó sobre la cima izquierda -la de los dos mil ciento setenta metros-, las plazas, las esquinas, los callejones se llenaron de remolinos helados, restos del último invierno más largo desde hace sesenta y tantos años. El pueblo entero se llenó de bufidos despiadados impropios de un abril mediado. Las chimeneas humeaban a las cinco de la tarde con penachos vacilantes que ascendían tímidos y enseguida se abatían en jirones lamiendo las tejas pesadamente. No había una sola puerta abierta. A las siete de la tarde, inesperadamente, densas nubes cenicientas se cernieron sobre los tejados y las techumbres de sobera. Todo el valle quedó sumido en la oscuridad. Cesó el viento y, tras las puertas, el silencio ocupó los espacios vacíos que dejaba la negritud.
viernes, 2 de abril de 2010
POSTDATA
miércoles, 24 de marzo de 2010
Uno no pregunta nunca
Uno no pregunta nunca sobre los ancestros porque uno cree que del pasado familiar lo conoce todo, en general, y que no necesita saber nada más de esa realidad rancia e inoperante. Así que uno va por la vida como un ser único, ignorantemente único, poseído por una virtud insólita que le hace ignorar a los pretéritos y referirse a sus congéneres como “la gente”. Uno es feliz en el devenir diario porque el mañana es un continuo amanecer que avanza imparable desde los límites de los más llanos y verdes praderíos.
Y de pronto, en lo más alto del cielo más azul y brillante, uno ve aparecer una nubecilla que, por lo incómoda, bien pudiera considerarse una tormenta. Y es ello que del pasado prístino de mis predecesores ha emergido la figura de un abuelo que fue desbravador de reses imposibles para el ejército y después por un “no mires más a esa mujer” fue condenado por homicidio en rebeldía. Vivió en Camagüey y allí se amancebó sucesivamente con seis mujeres. Pendenciero, calavera, vividor y crápula, con toda seguridad, fue repudiado por consejo familiar y condenado al olvido más absoluto. No era yo solo quien ignoraba su existencia. Fue durante una de esas jornadas en las que hay que deshacer una casa cuando encontré un rimero de cartas, convenientemente atadas con un cordel encerado, con remite de los servicios postales de Cuba. Durante días leí las numerosas razones que daba a la abuela para que le permitiera volver a casa. Confesiones y súplicas encendidas de un corazón contrito, que no parecía convenir al trueno, que una letra femenina antigua había calificado en una esquina del sobre con un simple “del cabrón”.
domingo, 21 de marzo de 2010
ELLA TE HA ESCLAVIZADO
She look’d at me as she did love,
sábado, 20 de marzo de 2010
PERO YO NO QUIERO IR A VENECIA
jueves, 18 de marzo de 2010
EL LETRERO APAGADO
domingo, 14 de marzo de 2010
POR MI LADO
martes, 9 de marzo de 2010
CASTING PARA INOLVIDABLES E INDISPENSABLES I
EL NENE SEVILLA
¿Queréis que os cuente quien fue el Nene Sevilla? No tiene ningún misterio, fue un muerto de hambre que decidió meterse en esto de los asesinatos por encargo. Lo normal cuando uno tiene las hambres acumuladas de siete de familia, incluyendo a mayores dos cuñadas y una sobrina ciega. Lo normal cuando a las dos de la tarde arreciaban los reproches en vez de aparecer la comida. Yo no soy ningún inútil. ¿Tú? ¿A quién vas a matar tú, Nene Sevilla? ¡Cómo no sea de un susto al verte! Porque tú eres un rato feo, Nene Sevilla. Y flojo, muy flojo, hijo; hasta entre las sábanas, que ya no sé si darte un beso o hacerte el boca a boca. Yo… ya lo veréis. Voy a preparar una carnicería. Y me abro que no quiero…
El Nene Sevilla tuvo mala suerte porque toda su familia, cuñadas incluidas, le daban a la lengua en cada calle, por las tiendas, en las colas del paro y siempre contaban lo bragao que era el Nene Sevilla. Este, decían, va a cometer un crimen tan grande que va a pasar de barbaridad p’arriba. ¿Por venganza? ¡Que va! Por la Plaza Mayor o por las Delicias. ¿Por encargo? ¡No! Pa solucionar la vida. Pero ¿él solo? O con su organización o con su banda o con un comando. ¿Y no tiene miedo? ¿De quién? Si esto que hace es secreto y no lo sabe nadie y menos que nadie, la policía.
El Nene Sevilla se fue a beber cerveza barata, como cada día a un bar de las afueras que le pagaba así que cargara las cajas y los bidones, limpiara el almacén y fregara el pequeño patio trasero. Se cortó la mano derecha con un cristal de botella que no vió. Soltó un juramento y se limpió en la camiseta la mano renegrida. Al Nene Sevilla lo detuvieron en esa misma cantina, lo acusaron de un crimen atroz al final de las Delicias, un político muy célebre. Le golpearon la cabeza contra el suelo al detenerlo. Fuiste tú, fuiste tú, eh Sevilla. ¿Yo? ¿El qué? Fuiste tú. Toda la ciudad lo sabía. Ibas a hacer algo grande. Muy sonado. Se contaba por cada esquina. Yo sólo he descargao cajas y bidones. ¿Y esa sangre en la camiseta? De la mano, me corté con una esquirla. Pues prepárate por la que se te viene encima.
El Nene Sevilla empujó al policía y echó a correr pero estaba torpe y lo bastante borracho para no oír que le echaban el alto. Corrió casi hasta alcanzar la esquina, dio una voltereta de gato y se quedó sin aliento panza arriba con cara de asustao sin saber por qué se le había ido la vida.
domingo, 7 de marzo de 2010
PERO JUSTO ESA ES
Estoy agotando todos los títulos posibles para historias que seguramente ya no escribiré. Acabo de desechar treinta y dos y he de reconocer que al menos cuatro no estaban mal. Mi amigo Juan, y único lector, me dice que esto es un derroche de energía innecesario, que basta con que nunca escriba las historias y ya está. Pero yo sé que no es igual, porque si no me deshago de todas esas palabras y frases, como puedo estar seguro de que pretendía escribirlas. Mi amigo Juan, y único lector, me dice que lo que tengo que hacer es escribir historias, no borrar títulos. Dice que debo mirar al lado positivo en el que un lector como él mismo pueda disfrutar con asuntos y argumentos que a él no se le ocurrirían. Dice que debo pensar en historias que empiezan, siguen y acaban. Las bonitas historias de toda la vida. Y resulta que ya solo tengo resuelta una historia, pero justo esa es la historia más cruda de frontera, la de la frontera misma y todavía no he encontrado el valor para escribirla.
jueves, 4 de marzo de 2010
CRÓNICA DE DESASTRES
Por no andar en tópicos otra vez, no voy a anotar aquello de que el resumen de la vida está en lo que se lleva. Así que empezaré de nuevo. El resumen de la vida suele ser un libro mayor de asientos truncados y un libro menor de recetas, consultas, padeceres, intervenciones, convalecencias, revisiones, rehabilitaciones. Lo que se llama un historial médico.
En el libro mayor constan por estricto orden todos los fracasos, desde la primera bravata adolescente hasta la última amistad que se ha dado de baja mediante silencio administrativo, que es un método muy español. Por apartados figuran: los sueños no alcanzados, las promesas incumplidas, las espantadas, las rendiciones.
Lo peor de todo es caminar cada día con ese mamotreto abundante que rebosa de nombres de antiguos amigos, como un cementerio bélico: Desaparecido el tantos de tal. Lo peor es el eterno regreso a puntos perdidos en el desembarco de esta batalla de la vida: “cuando yo era niño”, “recuerdas aquel verano de nosecuántos, a ti te estaba saliendo el bigote”. Es un no parar de mirar huellas fosilizadas, fotos de peinados irreconocibles, alardes del “con lo que yo era” o “aquello si que fue”.
Pero la vida, me dice mi amigo Rafa que ya está de vuelta de todo, no es una batalla, es una derrota, un desastre a plazo fijo que no tiene solución. Y siempre acabamos brindando por los que no hemos vuelto a ver.
sábado, 27 de febrero de 2010
TE VI Y...
Volví a mirarlas, mientras escribían no sé qué. Pequeñas e impacientes, asfixiaban al bolígrafo, lo exprimían, lo torturaban infatigables por una senda de trazos veloces, ajenos como las nubes del pasado verano. De pronto, se detenían a pensar y se agitaban. Inesperadamente, frotaban las yemas. La materia del pensamiento regresaba. Volvían a escribir.
Finalmente encontré una de tus manos durante un saludo, un apretón cortés, una presentación necesaria que me trajo la certeza de haber llegado a la frontera que nunca traspasaríamos. Creo que era la mano izquierda. La derecha estaba vendada. Recuerdo que se demoró algo más de lo necesario apretando mi mano. La falta de costumbre.
A partir de ahí tus manos desgranaron para mí el mejor repertorio de caricias que encontré por mis sueños. Las compuse y recompuse con tactos diferentes, con frías ternuras, con desleídas fragilidades. Repasando lentas un centímetro de piel. Traspasándome audaces. Sosteniéndome sensibles el mentón.
Te he visto de nuevo. Sé que esta será la última vez. Y no me duele no volver a verte ni el no poder decirte ya lo que hice por ti. Sólo me queda el pesar de no contemplar tus manos en este fragmento final, al desviar los ojos.