miércoles, 21 de marzo de 2012

Madrugada 878

Madrugada 878

Ya ves, inopinado compañero,

son las altas

horas de la noche,

y aquí, con estos otros

trazos, ando a vueltas,

estúpidas y eternas,

comprendiendo razones,

que no quiero.

Son las altas

horas inciertas ya, ves, compañero;

y voy de un desvelo a otro

desvelo, sanado de otoños nuevos,

en viejas primaveras convaleciendo,

sin algazaras recientes,

que no quiero.

Las altas noches, ves

inopinadas, compañero;

ya son horas más crecientes.

Y en aritméticas vigilias

calculo los cocientes, anoto sus productos,

miedo

de vencidas, inútiles prebendas,

que no quiero.

César Valle.

martes, 20 de marzo de 2012

¿Cuántas palabras cuesta la vida?

¡Pero todavía estáis aquí parados mirando a esta nada! ¡No es suficiente haber visto que ya se me agotaron las palabras! ¿Qué esperáis? ¿Qué venís a mirar alelados por si sucede lo que ya no va a suceder? ¿Cuántas palabras necesitáis para no volver aquí jamás?
Es posible que nunca contestéis (me trae sin cuidado) y os quedéis ahí, únicamente observando en callado, pérfido, acecho. Decidme si necesitáis alguna explicación al silencio; no la tengo, pero me presto a inventarla. Y será convincente. Será convincente como todas las mentiras. Será convincente como el misterio inexistente que esperáis desvelar. Será más creíble que si simplemente os digo que no hay nada que decir, que salvo dos trivialidades, nada se me alcanza que os pueda brindar. Sé que si dijera esto sólo alimentaría vuestras sospechas de que quiero ocultar algo que me devasta, o algo que me obliga a callar. Y, en cambio, es todo tan simple. No digo nada, porque nada de lo que diga merece ya la pena. Las palabras de la vida que tenía a mano han caducado, únicamente aguardo a oír las de otros, las de cualquiera. No lo dudéis, gasté las palabras de amor, si alguna vez las tuve; gasté las palabras de consuelo; perdí las que se dedican a los amigos y hasta las de rencor y odio. Me quedan, mirad, palabras que valen no más que para comprar pan, dar los buenos días y contar minucias diarias. Me quedan unas pocas palabras muy bonitas, pero que ignoro a qué las puedo aplicar. Por eso tampoco las pondré aquí.
Marchad, marchad ya. No esperéis nada. Si alguna vez vuelvo y escribo, espero no encontraros aquí. Marchad.