domingo, 27 de noviembre de 2011

NI FALTA QUE OS HACE

Ya sé, ya sé. Nunca debí dejar el pueblo. En realidad, nunca debí dejar los campos, los surcos, los adiles y las cuestas. Lo mío -siempre lo he sabido- son las solaneras y los embriegos, el andar delante a las cancinas y las parideras, y el andar detrás a las rabonas y las colirrojas. Un día leí un libro y ya me engañé para siempre. Bajé la vista y se me pintó que andaba en las llanuras del Pérgamo de grandes puertas, otra vez entre los calafates y las viejas fábricas de brea del londres de molde. En realidad, lo único que siempre he sabido leer medianamente es la llamada del invierno en las zarzas del vago raso, o la marcha de las mieses en el baile de los grillos viejos. Ahora sé que pagué aquel dinero para olvidar las palabras que me servían de algo, para cambiarlas por estas que parecen mías pero son de otros a los que no entiendo, a los que no aprecio.
No volveré al pueblo. Volveré solo a la solanera del cruce, y levantaré la pared del corral viejo. Allí me encontraréis. No. No me encontraréis. Ya no me dejaré encontrar. No estaré para nadie. Ni falta que os hace.

2 comentarios:

Graciela L Arguello dijo...

No me encontraréis...Ni falta que os hace. Son, como siempre las palabras justas, más de una vez las habría hecho mías. Un beso Graciela

AVELLANEDA dijo...

Eres tan grande, maestra!!