sábado, 15 de octubre de 2011

¿Y si me equivoqué?

¿Y si me equivoqué? Si cuando te declaré mi amor, mi pasión mayúscula, sólo me precipité y con ello te impedí encontrar el tuyo, el verdadero, ese que llaman eterno, verdadero, ¿cómo podré deshacer el error? Y qué, si lo que te propuse no era una pasión sino la impaciencia ante el fin de un plazo, de un plazo impuesto por la fuerza de la costumbre general y ajena. Y qué, si te estafé la risa del placer, el abandono de la felicidad total, la médula de tu vida, a cambio de un sucedáneo de vida en pareja. Eso sí, un sucedáneo debidamente equipado de facturas, mocos, zozobras, privaciones e inseguridades que no figuraban en ningún catálogo amoroso. Entonces, qué.
¿Lo solucionaré con palabras de disculpa a destiempo? ¿Qué valdrá tanto que pague los verdaderos besos perdidos? ¿y los no verdaderos compartidos? ¿Habrá sacrificio más inútil e irreversible que el de tratar las ilusiones adolescentes quebradas? ¿o lo solucionaré desapareciendo simplemente? ¿simplemente otorgándole esa imposible nueva oporunidad?

5 comentarios:

Graciela L Arguello dijo...

No te preocupes Avellaneda, por dos razones no vale la pena que lo hagas:
Razón 1: ningún amor es verdadero ni es eterno, de modo que haberlo esperado habría sido inútil.
Razón 2: todos los amores son verdaderos y son eternos, de modo que vale la pena darle la inútil nueva oportunidad.
Beso Graciela.

AVELLANEDA dijo...

Siempre el consejo exacto, Maestra. Pero qué sería del amor sin preocupación o de la eternidad sin oportunidades?

Azul dijo...

Puesto que la cabeza no te lo resuelve, a ver qué te dice esa bomba que motoriza todo el cuerpo.

Azul dijo...

Puesto que la cabeza no te lo resuelve, a ver qué te dice esa bomba que motoriza todo el cuerpo.

AVELLANEDA dijo...

Ahí puede estar la solución, Azul. Ahí.