Ese día, que digo y que no llega, dejaré de molestar cada tarde mi exigua biblioteca y permitiré que se extingan los ecos de cada palabra, de cada sílaba, de cada letra. Apagaré mi boca al dictado, mi mano al trazo y mi oído al rumor que acuna la hierba.
Ese día firmaré la página en blanco con que saldo la cuenta y diré al oído de quien me asista el nombre impronunciable del amor, de la pasión, de la calma y de la belleza. Y lo condenaré a recuerdos que ni siquiera sospecha.
7 comentarios:
de verdad harás eso? y así, tan bellamente?
besos*
Así lo haré. Aunque no sé si es bello.
¿Cruel, por revelarle la maravilla al ignorante?
Diste en el clavo, Noe. Pero, por qué lo preguntas?
Tu silencio no saldaría tus deudas, sólo la belleza de tus palabras podría hacerlo, pero como sea ya nos has condenado a recuerdos que ni siquiera sospechábamos
Esa es la verdad, Graciela. Siempre nos condenamos a recuerdos insospechados con las gentes más familiarmente desconocidas. Y nos gusta. ¿Y el beso?
Beso!!!!
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