jueves, 8 de abril de 2010

DESCUBRIÓ QUE EL AMOR

Eria Murias había nacido vizcondesa, tercera vizcondesa primogénita de Laquemada, y durante dieciocho años no conoció otra dificultad que decidir entre dos caballos ruanos para montar o elegir entre dos collares de perlas naturales muy similares. Pese a todo, Eria Murias no era un muchacha malcriada. El mismo día que cumplió diecinueve años se enamoró, aunque al principio no supo que eso era lo que le había sucedido. Y no lo supo porque era tan ingenua que pensó que eso solo sucedía en las novelas que su tía Lila le había leído hasta los quince años, porque en aquellas novelas los protagonistas siempre se enamoraban de otros protagonistas a los que veían y que gozaban y sufrían de un modo indecible. Pero ella se había enamorado de una voz que oyó sonar en un aparato de radio, una voz indefinible, ni claramente masculina ni claramente femenina, ni joven ni vieja. Pero era una voz acariciadora, una voz aterciopelada, tibia y dulce como vino de pasas. Una voz que decía:" Hace años que las suaves colinas de Irlanda aguardan el regreso de las hadas y de los señores enanos, portadores de la luz cortante. Tú puedes ser su huésped y aspirar el aroma de los prados, mientras las briznas de hierba en tu pelo..." Y Eria cayó mortalmente enamorada de aquella voz melodiosa. Cayó enamorada un minuto y cuarto antes de que se agotaran las pilas, un minuto y cuarto antes de que enfurecida arrojara el transistor contra la pared. Fue imposible comprar otro receptor hasta dos días más tarde, cuando Eria llegó a la isla para ingresar en el internado donde pasaría los seis próximos meses rodeada de confort. Pero en la isla no se captaba la señal de aquella emisora ¿cómo se llamaba? Allí se oía cantar en árabe, hablar en seis idiomas y un sinfín de pitidos y gruñidos estelares, pero no el sonido de aquella voz. Y entonces Eria Murias, que había nacido tercera vizcondesa primogénita de Laquemada y que durante dieciocho años no conoció otra dificultad que decidir entre dos caballos ruanos para montar o elegir entre dos collares de perlas naturales muy similares, descubrió que el amor nace dulce y enseguida se vuelve amargo, imprevisible, inasible y fugaz. Y pensó que ya nunca volvería a ser totalmente feliz.

3 comentarios:

Noemí Carro Sánchez dijo...

Por lo menos, fue feliz.

Azul dijo...

Aunque lleves la armadura más gorda, siempre quedan espacios donde te puedan lanzar un dardo, y el veneno se te quede dentro.

Graciela L Arguello dijo...

"El amor nace dulce y en seguida se vuelve amargo..." La buena noticia es que a veces, sólo a veces, el "en seguida" tarda un tiempo en llegar...