jueves, 30 de agosto de 2012

ESTE LUGAR

He visto este lugar muchas veces antes. No era ni ficticio ni lejano ni imposible, era ajeno. Siempre era un lugar ajeno, habitado por tantos otros que también me eran ajenos, dolientemente ajenos. Un lugar con puertas amables que se franqueaban solas al paso de cualquiera, delicadamente, sin rozar, sin distraer del alto cometido de visitar el dolor. El dolor siempre anda dentro. Rueda de una planta a otra. Ora se postra callado en un camastro técnicamente higiénico ora gime contra una almohada ora vuelve la mirada sin punto fijo.Se cuela en un ascensor y desembarca en las habitaciones pares de un piso par. Se detiene en una ventana y busca fuera el aullido intermitente de sus secuaces luminosos. Se aplaca un momento plácidamente    y se disfraza de tibieza en las lágrimas que pugnan por salir y quedarse. 
Entro en este lugar y la presencia que lo habita me susurra la bienvenida fétidamente tibia bajo la asepsia de trajes con  olores raídos, que detienen el tiempo y distribuyen la espera. Un goteo omnipresente vigila a cada visitante y hace cuenta de ciertas demoras, pasa lista a las ausencias incomprensibles y anota presencias sorprendentes y las llamadas veloces que solo buscan el momento de endosar certeramente el te dejo que se me hace tarde. Porque siempre es tarde en todo el mundo, menos aquí donde la prisa también es ajena y espera en alguna parte fumando un pitillo imaginario ante esa puerta amable que se franquea sola.

2 comentarios:

Graciela L Arguello dijo...

Así es, en efecto, el dolor, casi siempre sin alardes, callado y omnipresente, ya lo creo...

AVELLANEDA dijo...

el invitado perfecto, a quien no agrada recibir