Esta tarde, en la consulta del especialista, he sabido el resultado del análisis final. Las manchas que se extienden por todo el costado presentan unos bordes bien definidos; ya no cabe duda, la perfecta cristalización de la envidia era lo que en los tres últimos años había favorecido la falta de aristas y me había librado de sus punzadas. Llegué a olvidarme por completo de ella.
Los cristales se han roto. He vuelto a notar que los fríos desesperados de la antigua envidia me abrasan, que cientos de hirvientes llagas diminutas, de esas de espejo viejo, se me han instalado en el alma. Dentro de unos días la infección acabará el proceso y ya …
No. No consta cuál es la causa. Aunque tal vez sólo es que los médicos no lo dicen todo. O no lo saben todo.
4 comentarios:
A veces una de las dos cosas, o a veces las dos: ni dicen ni saben.
No es malo que no sepan, malo es que no sepan que no saben. Un beso Graciela
Sí señor ¡Cuánta razón tenéis! Cosas de la soberbia. Un beso, Graciela, amiga. A ti te veré pronto, Azul.
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