La soledad ha sido desvelada en una fórmula química. No recuerdo exactamente la fórmula. Es decir, no la recuerdo ni exactamente ni de modo aproximado. Tenía que ver con el defecto de producción de una enzima impronunciable. Una de esas enzimas que te deciden el futuro en un plis por una sobrecarga en la información aportada por un pulso electromagnético de baja intensidad. Uno de esos que escapan al control de los nudos de información neuronal.
La soledad es una fórmula química y yo ya no me preocupo. Mi soledad no es producto de inadaptación o inadecuación a las normas que hacen felices a todos. Ya no es motivo de mi aislamiento la repulsión que produce mi imagen, el sonido desagradable de mi voz, la repugnancia de mi excesivo olor corporal o ese gesto desagradable que luce mi cara. Mi soledad también es una fórmula, un capricho de la ciencia; nada que ver con el destino, nada que ver con la sociología ni la sicología.
¡Cómo he vivido de engañado! Para mi soledad ya no necesito a nadie ni la aliviaré con música, tampoco con poesía. Un tratamiento, apenas una píldora, me volverá sociable, agradable, aceptable, dócil, domadito y feliz a tiempo completo.
Me curaré y ya no os volveré a necesitar nunca.
1 comentario:
La inteligencia, la belleza, la empatía, ¿también se pueden comprar en pildoritas? Un beso graciela
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