jueves, 1 de octubre de 2009

UN LUGAR ADONDE IR

Estimado y admirado Arsenio

He de confesarte que estos últimos días, cuarenta y siete, no he leído una línea a derechas. De hecho, no he leído. Debo de andar en crisis por lo que oigo decir a gentes que, aparte de ti, se toman mucho interés por esta afición mía que tú andas cultivando. Y eso de crisis me suena mal. Me suena mal porque por dos veces, haciendo los ejercicios de rima que me ocupan las tardes, me ha salido la coincidencia con tisis, (dícese tuberculosis). O sea, que es malo.

He leído algo de ese Cela que viajó por la Alcarria con una negraza que conducía un Rolls. Dicen que hace poco volvió a pie para saludar a los que la vez anterior lo veían pasar desde las cunetas sin poder pedirle ni un autógrafo. Mira qué detalle, eso es marca de gran escritor. Esto viene dicho a que he tomado una decisión, haré un camino de escritores o de una novela, para ver los sitios por donde fluye la literatura. Ando escogiendo entre varias posibilidades, a saber, La ruta de D. Quijote (que resultan ser dos, mal comienzo), La ruta del Cid (que va y viene por las batallas y es cansina), La ruta del Lazarillo, La ruta de Peralvillo de Omaña (que no me disgusta porque me cae cerca y es cómoda, siempre que se excluya Andarraso), La ruta de Avellaneda (bonita pero errática), La ruta de la Mamoneda (que dista de aquí a Alcalá y es aburrida), La ruta de Carisio, La ruta de las uvas malas, La ruta de Los Bravos, La ruta de los Falampos de la Nieve, La ruta de la Acisa, La ruta de la Tierra Mal Bautizada, La ruta de las Urdes-Cabrera. Pero al final me quedo con la ruta de Ceide, que es una ruta sencilla y sentimental que pide otoño y pasos breves, y tiene marcadas las piedras que esconden botellas empezadas de gustos varios, buenas para beber al aire libre sin permiso de autoridades ni gobiernos, y anavajados los árboles contra los que es seguro apercollar a alguna muchacha despistada y entretenida entre los murmullos de la corriente. Me quedo con la ruta de Ceide que empieza en el extremo opuesto al que siempre debiera y que acaba, de momento, en Avilés, que es un sitio con un nombre que no significa absolutamente nada, como planeta, nadal y endimión.

P.D. Llevo una libreta, aunque no sé muy bien para qué. Seguro que acabo pintarrajeando carreteras en ella.

5 comentarios:

luismiguelrabanal dijo...

Ay, Félix, cómo eres. Vamos, que me abrumas (no "me abru más", como el chiste...) Yo también me quedaría, si pudiese, con la ruta de Ceide. Un abrazo.

Avellaneda dijo...

Que no, amigo mío. Que yo también me quedé enganchado en la magia de un lugar y de un nombre. Y qué decir de una poesía. pero lo que digo es cierto, por eso lo digo aquí que solo me lees tú.

Graciela L Arguello dijo...

Lástima no conocer la ruta de Ceide...
Un beso. Graciela (yo también te leo, hombre!!!Sobre todo desde que has dejado la vagancia y posteas seguido)

AVELLANEDA dijo...

si vienes, prometo enseñarte ese lugar mágico. Está en Olleir.
Un abrazo
Avellaneda

mafalda-boop dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.