Y compro libros, sigo comprando libros, que me rodean y no leo; que ya nunca leeré. Compro libros que esperan inútilmente cerrados; que ignoro y me ignoran en profundidad; que sólo me miran de soslayo, como yo miro su lomo con descuido.
Yo sé que compró libros, compulsivamente, porque nunca los tuve (salvo aquel de Gauchos y Gauchitos, que perdió las letras de tanto repasarlo). Los compro para que me rocen y, si hay suerte, me doten de algo de sabiduría, porque desde que olvidé leer no he vuelto a aprender nada.
Los compro porque, a lo mejor, ellos me salvarán del alzheimer.
2 comentarios:
Cuando me toque el Alzheimer, puedo olvidarlo todo, que no sepa ya comer o que no sepa ya hablar, ¡¡¡¡pero leer!!!! Eso sería el infierno. Un beso Graciela
pues ese es el infierno. Y yo lo he visto en un amigo que era un magnífico lector.
Un abrazo
Publicar un comentario